MILENA
La tarde fluyó amena después de que mis padres se fueron al hotel y los niños se acomodaron para dormir. Carelia se metió a la habitación junto con mi hija, Jader se fue a dormir temprano, mientras yo me quedé con mi esposo. Sentí sus labios rozar mi cuello y un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo.
—No sabes cuánto te extrañé, mi amor.
—Solo fueron dos noches y ya me extrañas.
—Claro que te extraño, como un loco —respondió mientras nuestras miradas se encontraban.
Nos empezamos a besar y a entregarnos con la misma pasión de siempre, aquella que nos unió desde jóvenes y que nos llevó a procrear a nuestros gemelos. Sentí cómo sus manos recorrían mi cuerpo, haciendo magia con cada caricia. Era un fuego cálido y tierno al mismo tiempo, un placer que me habría gustado prolongar por mil años más. Estar en sus brazos me hacía sentir plena, feliz.
—Te amo —susurré, incapaz de contener la emoción.
—Milena… yo también te amo tanto, mi amor. El destino nos volvió a unir, o más bien, D