MILENA
Estaba pensando en las mil maneras de poder escapar de este encierro. Mis ojos se fijaban en el rostro de mi prima Marjorie; apenas reaccionaba, su semblante me decía que estaba drogada. Casi no hablaba, permanecía dormida, ida… y eso me llenaba de rabia e impotencia. Todo esto era obra de esos engendros, y en especial de Gerardo. ¿Quién lo diría? Él resultó ser de lo peor. Por eso siempre digo que no es bueno confiar en nadie, porque jamás sabemos qué es lo que las personas planean en lo más retorcido de su mente.
Ahora, lo único que ronda en mi cabeza son preguntas sin respuesta: ¿quién está realmente detrás de mi secuestro? ¿Quién movió los hilos de lo que me hicieron hace cinco años atrás, cuando bombardearon mi vida y lograron que mi auto explotara? ¿Qué sucedió exactamente aquel día? Demasiadas preguntas, demasiados silencios… pero por ahora, lo único que sé con certeza es que necesito salir de aquí cuanto antes.
Mis ojos recorren el lugar. Una pequeña ventana, cubierta