Lis respiró aliviada al saber que Jack estaba fuera. Necesitaba privacidad y espacio. Sabía que las cosas no estaban siendo fáciles para Jack tampoco, pero, por más que pensara en acercarse a su esposo, aquello le dolía profundamente. Estar a su lado le recordaba constantemente a su hijo y que, tal vez por culpa de él, lo había perdido, y eso Lis no podía perdonarlo de ninguna manera. El agua caliente fue un alivio bienvenido, y Lis se demoró en salir. Se lavó el cabello sin prisas y temblaba cada vez que hacía un movimiento brusco. Se sentía un poco mejor, aunque no sabía si era por el contacto con Jack o por ese baño tras días sin hacerlo.
Al salir de la ducha, encontró toallas y un albornoz. Se envolvió en uno y salió al dormitorio, donde vio a Jack apoyado contra una pared, mirándola. Su mirada no transmitía nada de lo que pensaba, solo intensidad.
—Sé que no me quieres cerca —dijo Jack en un susurro. Lis apretó más su albornoz—. Así como tú sufres por nuestro hijo, yo también suf