Eliza

Mi corazón se llenó de orgullo. Había estado fuera de la industria durante años y aun así, esa empresa se acordaba de mí. Me habían solicitado personalmente. Eso por sí solo debía haber sido una victoria silenciosa, pero la paz nunca duraba mucho por aquí.

Porque justo cuando estaba hojeando la tercera página del contrato, la puerta se abrió de golpe sin que llamaran, y Jessica entró a toda velocidad.

Sí, esa Jessica, la diseñadora senior residente de la empresa, que llevaba años allí y se había ganado una reputación de ser talentosa, sí, pero también territorial e insoportable.

Sus tacones hicieron un ruido furioso contra el suelo mientras marchaba hacia mi escritorio y me arrebataba el expediente del contrato directamente de las manos.

—¿Qué sabes tú de esto? —Exigió saber con dureza.

Parpadeé, tratando de mantener la calma. —¿Perdona?

—Este trabajo, este contrato —bufó, agitando el expediente como si fuera su derecho divino—. ¿Crees que puedes entrar aquí y solo porque tienes