Eliza
Alex abrió los ojos con sorpresa, su voz se tornó frenética.
—No, no creas lo que viste, Ely. Ese video no es real, es un montaje. Nuestros enemigos deben haberlo plantado para destruirnos, para romper nuestra familia. ¡No puedes pensar que te haría algo así! ¡Me conoces!
—¿Sabes qué? Olvida todo esto y ven conmigo. Por favor, vayamos a casa, Ely.
Lo miré, pero no con tristeza, ni siquiera con ira, sino con esa curiosidad distante que se reserva para alguien que finalmente ha perdido la razón por completo. ¿Cómo pude haber amado a ese hombre alguna vez?
Mis labios se curvaron en una lenta sonrisa. —Qué curioso que pienses que fueron nuestros enemigos quienes publicaron ese video. Porque fui yo quien lo publicó.
En cuanto las palabras salieron de mi boca, fue como ver a alguien recibir el impacto de un rayo. Su rostro perdió todo color, su boca se abrió y cerró sin control, su nuez de Adán se movía frenéticamente. Y entonces, comenzaron los titubeos.
—No, no, no lo creo. Tú no har