Eliza

Alex soltó una risa vacía que olía a desesperación

—¿Esposa? Por favor, esta farsa fue medianamente creíble hasta ahora. ¿Tu esposa? ¿Mi Ely?

Se acercó un paso más, y la forma en que pronunció mi nombre me puso la piel de gallina.

—Sé que esto es un show. No estás casado con ella, y aunque lo estuvieras, sé que estarías demasiado asqueado para dejar que te toque.

Por un momento, mi mente se congeló. Parpadeé, confundida, incapaz de procesar lo que acababa de oír. Pero Alex no se detuvo ahí.

—¿La has escuchado roncar? Honestamente, hasta los cerdos duermen más tranquilos. Eso por sí solo debería haberte alejado. Pero espera… hay más. ¿Los rollos en su barriga? ¿Las estrías? ¿Estás viendo a una cebra humana y la llamas tu esposa?

Mi corazón se apretó, mis piernas temblaron levemente y, de forma instintiva, solté la mano de Luciano. Sentí arder mi cuerpo por la humillación, pero Alex continuó, impávido ante el efecto de sus palabras.

—Ningún hombre en su sano juicio se casaría con E