Eliza
Oh, Dios mío.
Luciano me quería.
No, mejor dicho… Luciano se sentía atraído por mí. No estaba soñando, ¿verdad? Sus manos no sólo habían rozado mi piel como si tocara seda, sus labios no sólo habían recorrido mi cuello como si me inhalaran, y eso que sentí… sí, eso mismo… presionando suavemente en la parte baja de mi espalda cuando se acercó, no era fruto de mi imaginación.
¿O sí?
Me quedé paralizada, con el corazón galopando tan rápido como un semental salvaje, todo lo que pude hacer fue mirar al frente y fingir que no acababa de sentir el escalofrío más hermoso, apasionante y aterrador de toda mi vida. Todas las inseguridades que enterraba bajo sarcasmo y descaro comenzaron a surgir como vapor; mis cicatrices, mi cuerpo y mis imperfecciones. ¿Seguiría queriéndome si las viera?
Esa pregunta por sí sola mantenía mi corazón preso.
Luciano era amable, generoso e increíblemente atractivo. El tipo de hombre que las mujeres usaban como fondo de pantalla en sus teléfonos, no alguien qu