Luciano
—Luciano... —gimió ella.
—Déjame cuidar de ti. —Susurré.
No me moví, pero mis labios siguieron rozando su piel al hablar. —Déjame hacerte sentir bien, eso es todo lo que quiero. Solo relájate.
Ella vaciló, y por un breve instante, pensé que saldría corriendo, pero no lo hizo. Se quedó, cerró los ojos otra vez y sus labios se entreabrieron.
Sonreí, esa mujer no tenía idea del efecto que causaba en mí.
Me di la vuelta, quedando frente a ella mientras me inclinaba para besarle el cuello una vez más, su voz tembló mientras me pedía que parara. Pude notar que estaba abrumada, pero necesitaba que me dijera por qué.
—¿Por qué? —Pregunté suavemente.
Ella suspiró, apretando su bata contra sí misma como un escudo, al mismo tiempo que bajaba la mirada. —Porque estás despertando sentimientos dentro de mí. Deseos.
Dejé mis manos quietas, observando las emociones que parpadeaban en su rostro; su vulnerabilidad era entrañable, embriagadora.
Le sostuve la barbilla y levanté su rostro para que