Eliza
Por un instante, sentí como si hubiera viajado en el tiempo, de regreso a la casa de Alex, a esos días infinitos de humillación bajo el régimen de Renata. Porque ahora, frente a mí, se alzaba otra versión de ella… con el mismo tono altanero, la misma figura de reloj de arena que gritaba “soy modelo”, y la misma hambre insaciable de rebajar a otra mujer para sentirse por encima.
No tenía idea de quién era esa mujer ni lo que representaba para Luciano, pero ostentaba una seguridad peligrosa. Se movía como si el lugar le perteneciera, como si llevara el nombre de Luciano tatuado en la cintura. Y a juzgar por las miradas de las otras empleadas, claramente yo era la única que no estaba enterada del contexto.
Pero aquí estaba el detalle… ya no tenía nada que perder, así que no iba a encogerme para evitar repetir mi pasado. Si Luciano quería divorciarse después de esto, era libre de presentar los papeles. Pero antes de irme de esta casa, esa chica iba a aprender, y por las malas, que yo