Eliza
Cuando levanté la mirada, Luciano todavía me estaba observando. Su sonrisa tranquila no había cambiado y, curiosamente, eso me hacía sentir segura. Lo cual era una locura, porque sabía que no debía confiar en un hombre solo porque parecía sacado de una lista de millonarios.
Pero aún así… había algo en él que me resultaba familiar. No solo familiar en el sentido de “he visto a este hombre guapo en un sueño antes”, sino como si lo hubiese conocido alguna vez.
—¿Puedo preguntarte algo? —Inquirí.
Asintió levemente. —Dispara.
—¿Nos hemos visto antes?
Ni siquiera parpadeó. —Sí, nos hemos visto.
Jadeé. ¡Lo sabía!
—Ayer —añadió con una sonrisa burlona—. Nos encontramos en el gimnasio.
Mis labios se torcieron en una mueca.
—Ajá. —Parpadeé—. Me refería a antes de ayer, hay algo en ti que se siente… familiar. Solo que no logro ubicarlo.
Él solo sonrió otra vez, sereno y confiado. —Entonces, esperemos a que lo recuerdes.
¿Esperar a que recordara? ¿Esa era su manera de decir que sí? ¿Que ya