Al acabar de hornear el pastel, lo decoraron a gusto de Alma, lo dejaron reposar y listo para servir luego del almuerzo. Almuerzo que habría sido incómodo, de no haber sido por Miriam y Osvaldo, que hablaban para mantener más ameno todo; Rebeca dejaba de lado que él estaba ahí y hablaba con el resto de la mesa. Posteriormente al almuerzo, decidieron comer el pastel en el jardín. Rebeca y Alma se fueron a cambiar y regresaron abajo con su vestido de baño puesto.
—Alma, este pastel ha quedado muy rico… —expresó Miriam al darle otro bocado al pastel.
—Gracias, abuela… —La niña miró a su padre, que comía en silencio. —¿Te gustó?
—Sí, te quedó delicioso… —Le sonrío para que creyera en su palabra.
Para Alma fue más que suficiente esa respuesta, después de reposar la comida, entró en la piscina con Rebeca. Jugaron durante dos horas dentro de la piscina; Alma le contaba muchas cosas que no solía hacer antes de que ella llegara a la casa. Le confesó lo mucho que habían cambiado las cosas graci