Punto de vista de Serena
Bill me guiaba por un estrecho sendero entre las dunas. Después de una corta caminata, llegamos a una cala solitaria donde un pequeño picnic nos esperaba: una manta extendida con una cesta llena de apetitosas delicias y una botella de sidra espumosa.
—¡Sorpresa! —Exclamó Bill, extendiendo los brazos.
Solté un jadeo, con los ojos muy abiertos ante la escena frente a mí. Mi corazón dio un vuelco. La manta estaba perfectamente dispuesta con un jarrón de flores frescas. La cesta rebosaba de mis bocadillos favoritos y frutas frescas, la sidra espumosa reflejaba la luz del sol.
Me volví hacia él con los ojos humedecidos.
—Bill, esto es increíble. —Dije con una voz apenas audible.
Era más de lo que podría haber imaginado. Cada detalle era perfecto, y resultó evidente cuánto esfuerzo había puesto para hacer ese momento especial para mí.
—No es nada —respondió. Notó las lágrimas que se acumulaban en mis ojos y sonrió—. ¿En serio vas a llorar por un picnic? —Bromeó, dánd