Mariam terminó de alimentar al niño. El pequeño Liam jugaba con una cuchara, ajeno a todo el caos del mundo adulto. Ella, sin embargo, no podía quitar la vista de la pantalla del televisor.

Los titulares eran claros, demoledores.

“Desaparece el empresario Demian Thompson.”

“Última hora: Encuentran el cuerpo de Lucas Sandoval en la autopista, con signos de tortura.”

El corazón de Mariam dio un vuelco. Su cuerpo se tensó. Sintió un nudo en la garganta mientras apretaba la cuchara con fuerza.

—No… —susurró, apenas con voz.

Una lágrima resbaló por su mejilla.

Lucas... estaba muerto. Torturado.

Sus latidos retumbaban en sus oídos, su estómago se revolvía. Se aferró al borde de la mesa para no perder el equilibrio. El aire se volvió denso, irrespirable. Sentía que el mundo se venía abajo.

Entonces escuchó pasos acercándose desde el pasillo. Se giró sobresaltada.

Era Azucena, con el rostro preocupado y el teléfono en la mano. Había leído las mismas noticias que ella.

—Está en todos los diari