Mariam caminaba de un lado al otro, nerviosa, intranquila, con el corazón golpeando fuerte en su pecho. La preocupación no le permitía pensar con claridad. Algo en su interior le decía que algo malo había sucedido.
Entonces, escuchó un ruido en el exterior. Se detuvo en seco.
Frunció el ceño.
—¿Qué fue eso?
Otro golpe. Esta vez más fuerte. Se acercó lentamente a la puerta, sintiendo un nudo en la garganta. Una sombra cayó del otro lado. Entonces, alguien golpeó la puerta con fuerza.
—¿Quién...? —preguntó al acercarse con cautela.
Al abrir, lo vio.
—¡Demian!
Un grito de horror escapó de sus labios. Frente a ella, Demian se sostenía apenas del marco de la puerta. Tenía la camisa rota, sangre en el abdomen, y el rostro golpeado. Su piel estaba pálida, su respiración agitada.
—No te asustes —susurró con dificultad—. Solo... necesito ayuda.
—¡Voy a llamar a emergencias! —dijo alarmada, buscando su celular.
—¡No! —negó de inmediato, con los ojos suplicantes—. No es seguro. Ellos podrían int