Demian avanzaba con paso rápido por los pasillos del bar, en dirección a la puerta trasera. A cada paso, su corazón latía con más fuerza, sabía que el ambiente estaba cargado… y no se equivocaba.
Justo antes de llegar a la salida, se topó de frente con su tío Rolando, acompañado de dos de sus hombres. Los tres le bloquearon el paso con actitud amenazante.
—Dame los documentos —ordenó Rolando con la voz baja, pero cargada de furia.
Demian arqueó una ceja, fingiendo confusión.
—¿De qué hablas? Claudia solo me llamó para disculparse, algo tarde se dio cuenta de su error. Actuó extraño, sí… pero no me dio nada.
Rolando entrecerró los ojos y con un leve movimiento de su cabeza, ordenó a sus hombres que lo registraran.
—¡Revisen!
Los hombres lo palpaban de pies a cabeza, pero no encontraron absolutamente nada. Justo cuando uno de ellos estuvo a punto de insistir más allá del límite, una voz firme los interrumpió:
—¡Alejen sus manos del joven Thompson! ¿Qué carajos creen que hacen?
El guarda