Con cada paso que doy, respiro con más fuerza, mi corazón se acelera y siento que puedo oírlo golpear en mi pecho.
Mi mente se niega a aceptarlo, mi visión se nubla por las lágrimas que corren por mi rostro, pero ni siquiera eso me detiene. Siento que estoy corriendo por mi vida. No puedo soportar tener un ataque de ansiedad en plena calle.
Lo único en lo que pienso es en llegar a casa, a mi lugar seguro.
No sé si colgué la llamada o si Chloé sigue al teléfono, pero ahora mismo eso no me importa. Solo me concentro en correr tan rápido como puedo.
El camino de regreso se siente eterno, pero cuando finalmente veo la entrada de mi casa, acelero a pesar del dolor en mis pies, y al llegar, abro la puerta con tanta fuerza que suena al golpear contra la pared.
—¿Cariño? —escucho la voz de mi madre, y me derrumbo de inmediato en el suelo—. ¡Juliette!
La oigo exclamar con pánico, y antes de darme cuenta, siento su cuerpo rodear el mío, pero no respondo, aún no termino de procesar lo que escuch