—¿Tienes una pluma? —pregunta, tomando el papel. Asiento, saco un lápiz de mi bolso y se lo entrego.
Gérard coloca la carta de renuncia sobre una de las mesas pequeñas. Mientras la lee y finalmente pone su firma en el lugar indicado, siento que dejo una parte de mí en este lugar.
—Ahí está —dice una vez que ha firmado.
—Sé que incumplí el contrato, así que te reembolsaré todo...
—No tienes que pagarme nada —me interrumpe.
—Pero...
—Vete, Juliette, vete antes de que me arrepienta y no te deje ir —dice, cortando lo que estaba a punto de decir—. ¡Vete!
En ese momento recuerdo el anillo que no le había devuelto.
—Lo olvidé. Toma el anillo —digo, quitándomelo del dedo.
—Es tuyo, quédatelo —dice, con un tono ahora más frío.
—No puedo quedármelo.
—Fue un regalo, es tuyo —lo toma enseguida y me lo coloca nuevamente en el dedo anular izquierdo.
Después de ponérmelo, sigue sosteniéndome la mano, mirándome fijamente a los ojos, en lo que creo que será nuestra última vez juntos. Bajo la mirada po