—No debiste hacer todo esto por mí. Es más de lo que jamás pude imaginar.
—Solo dime si te gustó o no.
—¿Lo dudas? —pregunté con una sonrisa irónica—. Gérard, es… fantástico.
—Tengo algo más para ti.
—¿Otra vez? —dije, mirándolo perpleja, pero él solo me observó sin pronunciar palabra—. ¿Qué es?
No respondió, aunque noté cómo llevaba la mano al bolsillo de su pantalón, y por primera vez distinguí a través de la tela un pequeño objeto cuadrado.
Pero qué… no, no podía ser lo que estaba pensando.
Incapaz de contenerme, mi corazón empezó a latir desbocado, y mis ojos no se apartaban, atentos a sus movimientos. Cuando por fin sacó la mano del bolsillo, revelando lo que parecía una cajita de terciopelo azul, sentí que iba a desmayarme en ese mismo instante.
—Gérard —fue lo único que salió de mi boca al verlo abrir la pequeña caja, mostrando un hermoso anillo con una enorme piedra que parecía un zafiro azul rodeado por decenas de diminutos diamantes.
Me llevé la mano a la boca frente a aquel