—Lo pensé —admití, porque ¿para qué negarlo?
Sí, era un maldito celoso, incapaz de soportar que otro hombre respirara el mismo aire que ella.
—No puedo creer lo poco que confías en mí. Es solo otra señal de tu extremo celo —declaró, y pude ver un dejo de decepción en su rostro.
—¿Y tú confías en mí, Juliette? Si yo hubiera estado en esa situación, abrazado con otra mujer, ¿habrías creído en mí? Ponte en mi lugar, sé que tampoco lo habrías hecho.
—Y si no confiamos el uno en el otro, ¿qué sentido tiene seguir? No quiero estar con un hombre capaz de literalmente matar a alguien por celos, y te aseguro que tú tampoco quieres estar con una mujer que no confía en ti.
—Te equivocas, porque sin importar cuántas escenas de celos me hagas pasar, no puedo estar sin ti. Y aunque no quieras estar con alguien como yo, te resulta imposible estar sin mí —expliqué, y al parecer entendió mis palabras, pues de inmediato se llevó las manos a la cara y comenzó a sollozar.
—Te odio —soltó de golpe, descub