—¿De verdad no lo sabes? —esbozó una sonrisa cínica.
—No, por favor, ilumíname —repliqué con una sonrisa forzada, dispuesto a provocarlo.
Vincent rodó los ojos y me miró con dureza.
—Por culpa de tus padres, los míos están muertos. Yo amaba a mis padres, y por ellos ya no están conmigo —dijo con amargura.
—Fue un accidente, Vincent —exclamé incrédulo—. ¡No puedes culparme de eso! Yo también sufrí esa pérdida, como todos los demás.
—¡Basta ya! No te soporto, Gérard. Siempre me compararon contigo; siempre fuiste perfecto en todo. Yo siempre fui criticado por no estar a tu altura. Pero, incluso con todos tus encantos, ¡no pudiste retener a Alice a tu lado!
Y seguía con lo mismo sobre Alice. ¿No entendía que ya no me interesaba en absoluto?
—Sé lo capaz e inteligente que eres, Vincent, pero nunca quisiste hacer tu parte —lo reprendí—. Elegiste vivir pendiente de las críticas de los demás, así que ¿por qué culparme a mí de tus propias decisiones? Me molesta que pienses de esa manera.
—Oye…