Felipe
Estábamos con Joaquín detrás del escenario.
Escuchábamos el murmullo de la fiesta, cosa que no hacía más que aumentar la ansiedad de mi amigo. Se pasó los últimos cinco minutos ajustándose la corbata.
—¿Estás nervioso o solo estás intentando ahorcarte? —bromeé, apoyándome en la pared.
Me lanzó una mirada fulminante sin dejar de toquetear su ropa.
—No, no estoy nervioso, —dijo, aunque el movimiento inquieto de sus manos traicionaba sus palabras—. Estoy… enfocado.
—Claro, enfocado, —repetí con sarcasmo, pero mi sonrisa desapareció cuando vi su expresión. Estaba serio, decidido. Más de lo que lo había visto en muchos años.
Lo miré sintiendo que este era uno de esos raros momentos donde Joaquín bajaba la guardia. Donde dejaba de lado al CEO controlador y dejaba ver al hombre detrás del título.
—¿Estás seguro de esto? —le pregunté, dejando de lado mi tono burlón.
Joaquín me miró a los ojos.
—Sí, Felipe. Es hora de decir la verdad.
—¿Toda la verdad? —insistí, arqueando una ceja.
Él