Angélica
Me quedé observando a mi nuera mientras salía de la sala, intentando mostrarle seguridad.
Mi corazón aún estaba acelerado, pero no por nervios o una arritmia, sino por la bronca que me recorría desde la cabeza hasta los pies. ¿Cómo se atrevía ese tal Ramiro a tocar a la mujer de mi hijo?
Mi nuera, aunque todavía no era oficial, no podía ser tratada de esa forma. Esa basura iba a pagar caro por lo que hizo. Me aseguraría de ello.
Respiré hondo para tranquilizarme, pero la calma nunca llegó del todo.
Saqué mi teléfono y revisé mi lista de contactos, buscando el nombre que necesitaba. Hasta que lo encontré: encargado de la planta de producción.
Oprimí el icono de llamada y esperé. El teléfono sonó tres veces antes de que su voz grave y algo áspera respondiera.
—Ernesto Montoya al habla, ¿quién llama? —dijo con su tono práctico y directo.
—Ernesto, soy Angélica Salinas —dije con calma.
Sabía que con Ernesto no necesitaba adornar nada; era un hombre que respetaba los resultad