Camila—Dame cinco minutos, —le dije, señalando hacia el baño mientras él seguía riendo—. Voy a quitarme esto antes de que se me caiga la poca dignidad que me queda.Él asintió sin dejar de reír, acercándose a la encimera para buscar unas copas.—Tómate tu tiempo, mi reina, —dijo con la voz ronca de tanto reírse—. Aunque tengo que decir que la versión ogro tiene su encanto.Bufé y agarré una toalla limpia antes de desaparecer en el baño. Me miré en el espejo y sacudí la cabeza. Mi rostro estaba completamente cubierto de ese verde brillante, y no pude evitar reírme bajito mientras comenzaba a lavarme la cara. ¿Cómo era posible que este hombre me hiciera sentir tan cómoda, incluso en momentos tan ridículos?Cuando volví a la sala, con la cara limpia y fresca, Joaquín estaba colocando la fuente con la comida recalentada en el centro de la mesa, ya había abierto la botella de vino y servido las copas. Todo era perfecto y se sentía muy íntimo y familiar.—Ah, ahora sí reconozco a la mujer
Camila Me miró por unos segundos de más, podía ver en sus ojos que estaba calculando sus próximas palabras con cuidado. Dejando escapar un suspiro profundo y se inclinó hacia adelante, apoyando los brazos en la mesa.—Por que sé lo que es no ser comprendido, —dijo con su voz tranquila pero había dolor en sus palabras—. Sé lo que es que la gente asuma cosas de ti sin conocerte realmente. Solo… no quiero que hagas lo mismo con nadie.Por un momento, olvidé mi frustración y me quedé mirándolo, tratando de entender qué había detrás de esa respuesta.—Joaquín…, —comencé, pero él interrumpió con una sonrisa traviesa que borró cualquier tensión en el aire.—Además, si estoy defendiendo al CEO, es porque sé que yo soy mucho mejor opción para ti.Solté una carcajada involuntaria, negando con la cabeza mientras me levantaba de la silla y caminaba hacia él.—Qué conveniente para ti, ¿no?, —respondí, sonriendo con picardía cuando llegué hasta él, sentándome en la mesa.Él llevó sus manos a mis c
AmyEstaba sentada en la cama de Anastasia, dejándola hacerme unas trenzas mientras ella hablaba sin parar. Ella era así, muy expresiva y comunicativa. Pero esta vez, lo que decía me hizo rodar los ojos por quinta vez en la noche.—Oye, de una vez por todas, —dijo, deteniéndose por un segundo para mirarme a través del espejo de su tocador—, tenemos que hacer que mi papá salga con tu tía, así podremos vivir juntas.Bufé devolviéndole la mirada. Anastasia nunca abandonaba esa idea, y aunque me parecía algo gracioso al principio, ahora ya no sabía cómo quitársela de encima.Su papá llevaba divorciado más de cuatro años, y aún no había salido con nadie, mientras que su mamá se había ido con otro hombre apenas tuvo la oportunidad.—Mi tía está saliendo con alguien, así que eso ya no va a pasar, —respondí encogiéndome de hombros.Ella soltó un largo suspiro y terminó de acomodar la última trenza. Luego cruzó los brazos e hizo una mueca con los labios.—Bueno... No es como si no lo hubiéram
Joaquín Estaba acostado en la cama, mis manos debajo de mi cabeza, con una sonrisa de pura satisfacción en el rostro, después de las intensas sesiones de delicioso sexø, (unos cuantos polvos exquisitos de los cuales estaba muy orgulloso), mi cuerpo estaba preparado, esperando con ansias la próxima ronda. La habitación estaba en penumbra, con las sábanas en el suelo y aún se podía oler el chocolate en el aire.Habíamos hecho un recorrido por toda la casa, comenzando en la cocina, dónde saboreé el chocolate de su piel, lamiéndola hasta que no quedaron rastros de él. Nos sentamos desnudos en la sala para disfrutar de una copa de vino, el cual terminé bebiendo directamente de su cuerpo. Me montó hasta que sus piernas se agotaron, y uno tras otro sus orgasmos nos mojaron por completo.De alguna manera, terminamos en la ducha, su cuerpo asegurado entre mis brazos, sus piernas alrededor de mi cintura, mientras la embestía con una intensidad casi animal y la marcaba con besos y chupetones.
Joaquín —Es mi tío, —dijo Samuel con calma.—¿Tu tío?, —repitió Amy, parpadeando sin comprender nada—. ¿Joaquín es tu tío?Respiré hondo, frotándome el cuello, esta conversación no sería para nada fácil.—Amy, puedo explicarlo, —empecé, pero ella me detuvo levantando una mano, mirando a Samuel para que le diera respuestas.—¿Desde cuándo el pasante es tu tío?, —le preguntó, arqueando una ceja.—Bueno... desde que nací, —respondió él alargando la o, dándose cuenta que su comentario salió con un poco de sarcasmo.—¿Y por qué nadie me había dicho que él es tu tío?, —insistió, con las manos en las caderas y una mirada que pedía respuestas.—No creí que fuera importante, —continuó, está vez forzando una sonrisa—. ¿Por qué lo sería?Amy agitó las manos con exasperación, soltando un suspiro irritado. Caminó de un lado al otro antes de quedarse parada delante de mí, dándome la misma mirada que su tía usaba cuando me regañaba.—Y tú, ¿qué tienes que decir?, —me preguntó con una mano en su cad
Camila Me subí al auto y conduje de vuelta a casa en completo silencio, no estaba de humor ni para encender la radio. Golpeé el volante, mi mente desesperada buscando una explicación, una razón que tuviera sentido. Pero no había ninguna.Joaquín me dejó sola para ir a verse con esa mujer. Estaban hablando tan cerca, con una sonrisa en los labios que siempre pensé que solo era para mí. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba en ese lugar? ¿Y por qué me mintió?Me sentía tan idiota por haberlo dejado entrar en mi vida...Dudé cuando Joaquín salió de mi casa casi corriendo después de la supuesta llamada de Felipe. Su pobre excusa de que lo habían llamado para algo del trabajo no me había convencido del todo. Y quise darle el beneficio de la duda... ¿Por qué no lo haría? Joaquín había sido… increíble hasta ahora. Siempre atento, cariñoso, y aunque había cosas que eran incongruentes, nunca había sentido que tenía algo que esconder. Esperé un rato después de que se fue, pero algo dentro de mí
Felipe Todo iba perfecto.O al menos, eso creía, hasta que mi teléfono empezó a sonar.Suspiré al ver el aparato vibrar sobre la mesa.—No vas a contestar, ¿verdad? —dijo Claudia, alzando una ceja y entrecerrando los ojos.Miré la pantalla. El nombre del guardaespaldas de Joaquín brillaba en letras mayúsculas. —Si—, dije con una sonrisa tensa—. Sabes que es trabajo, no me queda de otra.Rodó los ojos y dio un trago largo a su vino mientras yo contestaba.—Dime que no ha hecho una estupidez, —dije, sin saludar.—Señor Ortiz—, comenzó el hombre al otro lado de la línea—. Lamento molestarlo, pero hay un problema con el señor Salinas.Me apoyé en la mesa, frotándome la cara, sintiendo que la noche no acabaría como había planeado.—¿Qué problema? —pregunté, pero ya sabía que si tenía que ver con Joaquín, sería un dolor de cabeza.—Verá, estaba en el parque de diversiones...—¿En un parque de diversiones? ¡Por el amor de Dios, creí que estaba con... su novia!Me corregí al último segundo,
Joaquín Estaba a dos segundos de prender el auto e ir hasta la casa de Felipe. Iba a estrangularlo por haberse metido en mis asuntos. Pero justo ese momento, la puerta de la casa de Camila se abrió y la vi salir.Se quedó en la entrada, buscando mi auto con la mirada hasta que nuestros ojos se encontraron. O quizá solo vio mi coche, ya que los vidrios polarizados no le permitían ver el interior. Levantó una mano y me hizo una seña para que me acercara.¡Maldita sea! Quería llorar de felicidad solo porque me estaba mirando, porque todavía quería hablar conmigo. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, y después de esos minutos eternos, pude volver a respirar con normalidad.No dudé ni una fracción de segundo. Salí disparado del auto como si mi vida dependiera de ello, cerrando la puerta de un portazo y tropezando con la acera. Llegué a la puerta casi jadeando, aunque intenté disimularlo. Camila se dio la vuelta sin decir nada, entrando a la casa, y yo la seguí como un cachorro bien entre