Joaquín
El sudor formaba una fina capa sobre nuestros cuerpos, y cada movimiento que hacía sobre mí me dejaba sin aliento. Mi mano se deslizó por su cintura, apretandola mientras me movía dentro y fuera de ella.
Nos movíamos con tal sincronía, que parecía que habíamos hecho esto ciento de veces.
—Eres hermosa, —murmuré, mi voz ronca y entrecortada.
Ella se inclinó hacia mí, apoyando sus manos en mi pecho, besándome con lentitud. Mis dedos se apretaron en sus caderas, guiándola por un momento antes de que ella retomara el control.
Camila tiró la cabeza hacia atrás, dejando que su cabello cayera a su espalda, regalándome una vista de su espectacular cuerpo. Su cuello expuesto era irresistible, y no pude evitar inclinarme hacia adelante, para besar su garganta, sintiendo el pulso rápido bajo mis labios.
Me senté, manteniéndola sobre mí, acariciando su espalda, bajando una de mis manos rodeando sus caderas, mientras subía la otra por su espalda, aferrándome a su hombro.
—No pares, —dije