El día del alta finalmente llegó.

Después de tantas emociones y sorpresas, Hellen se arreglaba el cabello frente al espejo del hospital, procurando verse un poco más presentable. Su vestido color durazno, sencillo pero elegante, realzaba su luz natural. Estaba nerviosa, aunque no entendía por qué.

En el pequeño sofá de la habitación, Cecilia y Michael conversaban en voz baja mientras cuidaban a los tres pequeños. La ternura en sus rostros era evidente, aunque Michael intentaba disimularla con su típico aire despreocupado.

La puerta se abrió.

Nicolás entró con paso decidido, luciendo impecable en su traje negro. Había arreglado todos los detalles del alta, pagado la cuenta del hospital y ordenado todo para el traslado a casa. Pero eso no era lo más importante.

Con un gesto que sorprendió a todos, se acercó lentamente a Hellen, tomó su mano… y se arrodilló frente a ella.

—Sé que estamos casados —comenzó con voz firme pero cargada de emoción—, pero quiero pedírtelo esta vez yo, no por un