Capítulo 43

Damián respiró hondo, llenando sus pulmones de aire frío para intentar sofocar el incendio que llevaba dentro. Con un movimiento casi imperceptible de la cabeza, le hizo una seña al jefe de seguridad. El mensaje fue claro: Déjanos solos.

El hombre, entrenado para ser invisible, hizo una reverencia rápida y salió del apartamento sin decir una palabra, cerrando la puerta blindada con un clic suave que resonó como una sentencia en la habitación silenciosa.

Me quedé sentada en el sofá, hecha un ovillo. Aunque mi mirada estaba perdida en los cristales rotos del jarrón esparcidos por el suelo, mis oídos captaron el sonido de la cerradura. Noté que el hombre había salido.

Una nueva ola de terror me invadió. Ahora sabía que estaría sola con Damián. Sola con el hombre que llevaba un arma escondida. Sola con el hombre que daba órdenes de matar. Sola con el hombre que, hace unas horas, creía conocer, y que ahora me parecía un completo desconocido.

Seguí quieta, congelada, sin mover un músculo. E
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