Mundo ficciónIniciar sesiónAdrien.
Con el corazón hecho pedazos, dejé los papeles del divorcio a un lado. No sabía cuántas veces los releí, sus márgenes ya estaban arrugados. Mi madre se encargó de todo. Incluso le abonó a Camelia el dinero que yo le debía y fue tan generosa… que le dio de más.
Al menos Camelia debería estar bien ahora, feliz como yo lo deseaba cuando la contacté. Pero mis emociones me sofocaban y el aire se sentía denso, como si en vez de mis pulmones, pasase por una esponja o entre algodón.
Tiré el teléfono sobre la sábana que cubría mis piernas. No lo rompí porque aún conservaba algunas fotos de ella. El temblor en mis manos era involuntario y me sentía cerca del colapso. ¿Cómo terminé enamorándome así? Las lágrimas comenzaron a caer, sin mi permiso ni pudiéndolas contener.
¿Cuándo fue la última vez que lloré?
No lo recordaba... o quizá sí. Fue aquel día, siendo un niño, cuando me enteré de que era a







