Mundo de ficçãoIniciar sessãoEn el restaurante todo me sabía a ceniza. El estómago se me cerraba como una flor marchita, solo pedí un batido. Y para cuando Alexander empezó a hablar, me derrumbé.
Fui irresponsable, sí. Bebí un trago de brandy para que anestesiase todo lo que vendría.
Sus palabras fueron como cuchillas en mi corazón. Me contó cuánto había sufrido Camelia por mi culpa. Mi pequeña flor herida. Si ya me dolía verla preocupada antes de la cirugía, no podía ni imaginarme el infierno que vivía ahora: con uno de nuestros hijos muerto y el otro aferrado a la vida como una raíz en tierra árida.
Quise gritar. Azotarme por haber dudado de ella. Camelia era la mujer más valiente y gentil, la más luminosa que conocí jamás.
Mi ira era fuego. Pero Alexander me aco







