Mundo ficciónIniciar sesiónCamelia.
Para cuando ambos terminamos de bañarnos, cada uno por su cuenta, mi madre y mis emociones ya había regresado a la normalidad. El agua hervía en la cocina y mi madre cantaba con emoción mientras cortaba los vegetales. A un lado, como siempre, su acostumbrada cerveza de un litro. Tenía un dicho: “No se cocina ni se barre sin la botellita.”
Mi padrastro la acompañaba, ayudando entre risas y tragos. A ratos intentaban bailar, tropezando con los utensilios y el calor del fogón. No quise interrumpir el momento, así que me dirigí directamente a la habitación.
Adrien ya había cambiado las sábanas y daba vueltas sobre el colchón como un niño ansioso.
—¿Qué haces? —pregunté, aguantando una carcajada.
—Me asustaste, hermosa —respondió, ocultando la cara con vergüenza—. Estoy probando la cama. Es bastante incómoda y como aún es temprano, podríamos ir al centro comercial a comprar una nu







