Mundo de ficçãoIniciar sessãoTrabajaba horas extras, no solo para incrementar mi paga, sino porque escuchar el sonido metálico de las propinas al tocar mi mandil. Se convirtió en una especie de consuelo. Las monedas eran ligeras entre mis dedos, pero su presencia pesaba en la certeza de mi esfuerzo.
Cristian trabajaba como botones, y desde el primer día, nuestras rutinas se volvieron ajenas, como caminos paralelos que nunca se cruzaban. En ese ir y venir, el tiempo se volvió un remolino del que apenas podía aferrarme. Entre el atender a los comensales y la ganancia que ello implicaba, la discusión de la noche anterior se disipó en mi mente… hasta que terminó mi turno.
Pasó casi una semana en ese vaivén. Al llegar a la habitación, Cristian siempre estaba dormido; al despertar, ya no estaba. Me acostumbré al silencio, aunque cada día que pasaba, el vacío en nuest







