Todos se quedaron observando con asombro el poder de Kael para controlar a Sora. Lyra lo tomó de la mano y lo miró directo a los ojos.
—Gracias, Kael, pero puedo defenderme sola.
—Lo sé, preciosa, pero no es el momento ni el lugar para una pelea con una loba de bajo rango. No estamos en el bosque —respondió él con calma. Lyra sacudió la cabeza, resignada, y los niños se acercaron para abrazarlos.
—Lyra, estoy cansado —dijo Samuel, aferrándose a sus piernas. Ella acarició su cabeza con ternura.
—También lo estoy —respondió ella. Kael, al oírlos, levantó a Samuel en brazos y lo acomodó sobre su espalda.
—Vámonos, pequeño. Es hora de descansar —le dijo mientras Lyra tomaba a Sofía de la mano.
—¡Kael! —la voz de Ferrer lo hizo detenerse. El hombre venía tras él, con evidente entusiasmo—. ¿No me digas que ya se van?
—Sí, Ferrer. Gracias por la invitación. Acordaremos una cita más formal para cerrar una posible alianza.
—Muy bien, Hastings. Que así sea —Ferrer estiró la mano para despedirse