Un par de días después, Rose fue dada de alta. Su salud aún no era la mejor, pero Lyra estaba decidida a cuidarla. Sin embargo, todavía tenía un asunto pendiente por resolver.
Esa mañana regresó al restaurante. Román la estaba esperando y, al verla, le sonrió.
—Hola, Lyra. Llegaste temprano. ¿Cómo estás?
—Hola, Román. Vine a hablar contigo —dijo Lyra mientras tomaba asiento frente a él.
—Claro, dime, ¿en qué puedo ayudarte?
Lyra lo miró con gratitud, y con cierta vergüenza le extendió una carta.
—Han cambiado algunas cosas en mi vida, Román. Esta es mi carta de renuncia. Ya no voy a seguir trabajando contigo, pero quería darte las gracias por todo lo que has hecho por mí y por Kael.
Román abrió la carta y la leyó rápidamente.
—Lyra, eres la mejor empleada que tengo. Puedo subirte el salario si eso te hace cambiar de opinión.
Pero la decisión de Lyra no tenía que ver con dinero.
—Román, tengo nuevos proyectos. Soy la mujer más feliz trabajando en este hermoso lugar, pero ha llegado el