—¡Qué insoportable es esa mujer! —gritó Lyra al entrar en su departamento, tirando el bolso sobre el sofá con fastidio.
Kael se sentó a su lado con una sonrisa burlona.
—¿Y por qué no te escondiste como cuando vino Artemisa?
—¿De qué hablas, Kael? —resopló Lyra, aún alterada, y rodó los ojos con fuerza.
—Te noto tensa… y tal vez ¿un poco celosa, Omega?
Lyra volvió a rodar los ojos, esta vez con más dramatismo, y se levantó de golpe.
—Basta, Kael. Ya te dije que no estoy celosa, y mucho menos por ti.
—¿Me acabas de rodar los ojos? —preguntó él con tono juguetón. No podía verla, pero conocía tan bien sus gestos que no necesitaba hacerlo.
—¡Ya basta! —refunfuñó ella, cruzándose de brazos—. Mejor dime tú, ¿cómo te fue?
Lyra regresó a su lado, y Kael alzó el brazo instintivamente para rodearla y cobijarla.
—Hmm… puedo decirte que las cosas están saliendo mejor de lo que imaginaba. Ya tenemos todo listo para la apertura de la compañía.
—Eso es perfecto, Kael —respondió Lyra con una sonrisa