—Tú no te metas, anciano. Esta conversación es entre este maldito traidor y yo. —Kael mantenía la mirada desafiante clavada en Ferrer.
Ferrer retrocedió un par de pasos y negó lentamente con la cabeza.
—Estás equivocado, hermano. No sé a qué te refieres, pero te doy mi palabra de caballero: jamás atentaría contra ti. No ahora, que somos socios.
Kael bajó la guardia. Las palabras de Ferrer sonaban sinceras, y eso solo lo confundía más. Entonces, ¿por qué Lyra, después de todo, había rechazado su propuesta de matrimonio?
De pronto, un aroma familiar y el sonido firme de unos tacones de aguja rompieron el silencio del consejo. Artemisa acababa de entrar. Por alguna razón, había sido citada aquella tarde, y había presenciado la disputa entre los Alfas.
Kael gruñó al verla.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Artemisa se acercó con determinación, rodeándolo hasta quedar frente a él, con la mirada fija en sus ojos.
—Mi querido Kael, estoy aquí porque tú mismo me sometiste al consejo… ¿o ya lo olvida