Kael la miró incrédulo. Se acercó con cautela, extendiendo la mano hacia su vientre. Cuando un Alfa espera a su primer hijo, el vínculo es instintivo, inmediato. Pero Artemisa lo sabía bien, y dio dos pasos atrás. Sabía también que un Alfa desbordado por sus emociones podía ser letal… incluso para su propio cachorro.
—¿Qué sucede, Artemisa? Necesito sellar el vínculo con mi hijo. ¿Acaso no es mío? —espetó Kael, furioso. La observaba de arriba abajo, intentando intimidarla. Pero ella no se dejaba doblegar.
—¿Me crees estúpida, Kael? Sé perfectamente el daño que podrías causarle… y más si es una niño.
La declaración lo desestabilizó. ¿Un niño? No le incomodaba la idea. Lo que lo desgarraba era ser padre de un hijo concebido sin amor, fruto del engaño y la manipulación.
—Qué poco me conoces, Artemisa. Jamás lastimaría a uno de mis cachorros. Ahora dime, de una vez por todas… ¿qué pretendes con esto? ¿Cuáles son tus malditas intenciones?
Artemisa soltó una carcajada estruendosa, cargada d