Kael también fue dado de alta del hospital. Por fortuna, el accidente no pasó de unas heridas superficiales y no requirió mayor atención médica.
—Qué susto nos diste, Alfa —dijo Arkan, dándole una palmada en la espalda.
—Soy fuerte, Arkan. El golpe de un carro no iba a tumbarme —respondió Kael con calma—. Dime, ¿cómo están las cosas en la manada?
Al bajar del auto, Kael echó un vistazo a su alrededor. Todo parecía en calma tras la disolución del consejo. El ambiente ya no estaba tan tenso, pero algo en su interior había cambiado de forma irreversible.
—Las cosas se han mantenido estables por aquí —informó Arkan—, pero a la manada siempre le falta su líder. Alfa, ¿te sientes bien?
Preguntó con preocupación al notar que Kael caminaba con lentitud.
—Estoy bien, Beta. Tú encárgate de los asuntos más importantes de la manada. Delega lo que necesites, yo estaré en la mansión del reino.
—Pero, Alfa, esa es una tarea que solo a ti te corresponde.
Kael carraspeó y alzó la vista al cielo. La no