CAPÍTULO 52

—Mari —habló Marcos, que veía a la chica con la intención de irse, y que se detuvo cuando él le llamó—. Dices que nunca te amé, pero acudiré a una vieja y trillada para refutarte. Preciosa, no porque no te quiero como quieres que te quiera, eso significa que no te quiero.

Mari, con la cara ardiendo de vergüenza, por recibir tales palabras casi en un grito en ese lugar lleno de gente, le recriminó con la mirada y respondió a pesar de que lo único que quería era quedarse callada y salir corriendo de aquel lugar.

—No me gustan los trabalenguas, señor Durán —dijo la joven y caminó con rapidez hasta las oficinas destinadas para el trabajo con los autores o las reuniones ejecutivas.

Marcos sonrió. Que la joven le respondiera le parecía una buena señal, porque significaba que él le provocaba algo. Por ahora eran sentimientos malos, pero, cuando ella se acostumbrara a sus atenciones, esos sentimientos se volverían incómodos y luego normales.

María, por su parte, esperaba que no hubiera muchas
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