ES EL ENEMIGO QUE SUBESTIMAS EL QUE TE MATA -Robert Jordan

—Comencemos entonces, soy todo tuyo.

Abner apareció en la estancia, llevaba puesto un pantalón de vestir color caqui y camisa en color crema, mocasines y el cabello muy bien peinado. El hombre era todo un adonis y aunque Calisto no era ciega, su desprecio por él le servía como repelente ante sus encantos.

—El desayuno está ahí —dijo ella señalando hacia la encimera de la cocina sin despegar la vista de la tablet que sostenía —de ahora en adelante, llevará una dieta muy estricta.

—Estoy en forma —replicó él.

—Es una forma decente de decir que su abuela quiere desintoxicar su sistema —explicó la chica.

— ¿Desintoxicar? — preguntó confundido.

—Sí, bueno, se ha bebido el océano pacífico en alcohol —señaló ella sin pudor.

— No soy alcohólico —aclaró indignado Abner.

—La negación es la primera fase —se burló Calisto.

—Tu sarcasmo me molesta.

—Se acostumbrará —respondió Calisto fríamente.

—No lo creo —dijo entre dientes Abner.

—Le informaré sobre sus deberes —anunció ella —además de la dieta, ejercicio, no tomar alcohol y despedirse de sus amigas, nos prepararemos para asistir a varios eventos, mismos que ya fueron elegidos por su abuela. Tenemos el primero para este fin de semana, yo me encargaré de instruirlo e informarlo acerca de quienes asisten y todo eso, también tenemos programadas citas con algunas señoritas con las que la señora Barbaren está interesada que se relacione, de igual forma con algunas personalidades, como empresarios, socialités, personajes distinguidos, todo esto con el objetivo de ir posicionando su imagen positivamente en la sociedad y formar alianzas poderosas. Cada vez que cumpla con lo estipulado recibirá una remuneración, cuando no lo haga, se le quitará un beneficio, ¿alguna duda? 

Abner la miraba como si le hubiera hablado en chino.

—Interpretaré su silencio como un sí — dijo ella al ver que Abner no hablaba.

—No, no y no — respondió él de pronto —aceptaré todo el circo —hizo un aspaviento con la mano —pero hasta ahí. No van a controlar mi vida, ¿con quién salir?, ¿con quién relacionarme?, ¡por favor!, es una completa ridiculez —exclamó.

Calisto cruzó sus manos sobre el escritorio, al mismo tiempo se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Lo necesita, su reputación está por los suelos, en cuanto sea anunciado como presidente la empresa se irá a pique, ¿lo entiende?

Abner tomó la misma posición que Calisto antes de hablar.

—Soy consciente de todo eso, no obstante, si consigo restaurar mi reputación, las alianzas no serán necesarias, en todo caso lo sería solo dentro de la empresa, que son los únicos que pueden impedir mi nombramiento —sonrió burlonamente ante la mirada atónita de Calisto.

La joven estaba sorprendida, Abner tenía razón e incluso ella ya lo había pensado, sin embargo, eran órdenes explícitas de la mandamás de los Barbaren, Jairo fue muy claro al decirle que debía apegarse al plan tal y como era, podría hacer ajustes pequeños, pero no más.

— ¿Por qué? — preguntó la joven.

 Ahora que Abner lo mencionaba, se dio cuenta de que dentro de las personas con la que la abuela quería que el joven se congraciara no había nadie que perteneciera a la empresa o se relaciona con esta de alguna manera. Si en verdad quería posicionar a su nieto, debía comenzar por ellos, pero no era así.

—Te han engañado —señaló Abner con aire socarrón —no quieren que me prepares, ni me instruyas en nada, mucho menos quieren que me conviertas en el superpresidente Barbaren. Estás aquí solo para vigilarme y obligarme a seguir una tonta agenda y ya.

—Por supuesto que no —rebatió Calisto —no trate de confundirme, pierde su tiempo.

Sospechaba que existía algo más detrás de todo aquel absurdo plan en el que se había visto obligada a participar y eventualmente lo descubriría, pero por ahora, debía seguir las indicaciones.

—Admito que tiene lógica tu conclusión, sin embargo, estoy segura de que tu abuela tiene sus razones, así que nos apegaremos al plan tal y como está.

—No tenemos por qué hacerlo, ¿sabes?, solo somos tú y yo, podemos llegar a un acuerdo que nos beneficie a ambos —Abner sonaba ante Calisto como todo un embaucador —estás aquí por el dinero ¿cierto?, digo, no veo qué beneficio profesional te vaya a traer ser mi niñera —se mofó —yo finjo hacer todo lo que mi abuela quiere, recupero mi fortuna y te doy el doble de lo que ella te prometió, los dos salimos ganando —propuso adoptando una apostura triunfadora.

«No es tan imbécil como pensaba, al parecer razona y es buen estratega» observó la joven para sí misma «debo estar alerta con él, bien dicen, el enemigo que subestimas el que te mata» pensó.

—Ética profesional — respondió ella tajante —me pidieron asesorarlo y eso es lo que voy a hacer, los planes que su familia tenga para usted son su problema, joven.

Abner no hizo más que sonreír, la verdad es que nunca creyó que lograra convencerla, su verdadera intención era sembrar en ella la duda y supo que lo había conseguido cuando ella por un instante lo tuteó, bajó la guardia por un instante.

«Ya te tengo arpía, voy a jugar con tu mente hasta que salgas huyendo» se regodeó. 

—Bien, bien —dijo él, fingiéndose derrotado —entonces, ¿con qué comenzamos?

—El primer evento del fin de semana es con Aston Leroy —comenzó a explicar Calisto —organiza una gala benéfica para ancianos desprotegidos. Tendrá que hacer presencia y ofrecerle públicamente el apoyo de BBN…

—No puedo hacerlo —la interrumpió Abner —quita ese evento de la lista.

— ¿Qué?, ¿por qué? —inquirió Calisto visiblemente molesta.

—Desvirgue a su hija —soltó Abner sin más.

— ¿Cómo?

— ¿Quieres los detalles?, ¡vaya!, eres de mente sucia, ya comienzas agradarme.

— ¡Sabe a qué me refiero! —sentenció ella.

—Ya lo dije, tuve mis queveres con su adorada hija, el hombre me odia, así que no podemos ir —explicó encogiéndose de hombros.

—Bueno, esta es la oportunidad para arreglar lo que sucedió hace tiempo, errores de juventud, supongo —Calisto sacó conclusiones demasiado rápido.

—De hecho, fue hace un par de meses, ella se estaba guardando para el matrimonio y su príncipe azul, ya sabes esas mierdas.

— ¡Dios santo! —exclamó Calisto.

—Aston quería que me casara con ella y respondiera por mi error, obviamente me negué así que…

—Bien, bien, aun así… en el evento estarán otras personas importantes que podemos aprovechar para saludar, por ejemplo, la señora Lena Brown.

—Me acosté con ella, fuimos amantes unos días… no terminó bien — Abner dejó con la boca abierta a Calisto.

—El señor Milton…

—Golpee a su hijo.

—Taylor Santos…

—Dije públicamente que era Gay y me demandó por difamación… en mi defensa, si lo es.

— ¿Hay alguien a quien no le haya causado problemas? — preguntó Calisto entrando en pánico.

—A ver… muéstrame la lista — pidió Abner extendiendo su mano hacia ella.

No muy segura, Calisto accedió a mostrársela.

—Este no… este tampoco… ¡Uf!, este ni de chiste, me mataría — decía el joven mientras repasaba los nombres en aquella hoja — ¡Oh!, a ella no la conozco — anunció señalando un nombre.

—Marina Levyn es el nombre de la sala donde será el evento.

Toda la paciencia de Calisto se había ido al carajo. 

«Para limpiar su imagen tendría que volver a nacer» se dijo a sí misma. 

— ¡Ups!, es una lástima… tendremos que esperar al próximo —exclamó Abner. 

Cuanto deseaba Calisto poder borrarle esa sonrisa socarrona de un puñetazo.

—Como dije, será una oportunidad para enmendar sus errores, aprovecharemos el evento para que se disculpe.

— ¡Claro que no!, Abner Barbaren no pide disculpas jamás —sentenció él.

—Pues vaya practicando, porque este fin de semana lo hará y por lo visto, muchas veces —rebatió Calisto. —Escribiremos algunas líneas para que las vaya memorizando, no buscará entablar conversación con nadie directamente, esperaremos a que se acerquen a usted.

— ¿Estás hablando en serio?, en cuanto ponga un pie ahí nos van a linchar, es más, dudo que me dejen entrar.

—Corrección, lo van a linchar a usted, yo fingiré que no lo conozco.

—Aparte de bruja, traidora —señaló entre dientes Abner.

— ¿Disculpe?

—Nada, nada… repasemos los eventos de nuevo.

Así transcurrió todo el día para aquel par, discutiendo sobre las actividades marcadas para Abner. Era una estira y afloja, Calisto presionaba y Abner se negaba.

Era obvio que el heredero Barbaren no tenía ninguna intención de seguir indicaciones, mucho menos órdenes, Calisto estaba llegando a su límite, todo el día perdido en nada, a todo lo que ella decía, Abner le encontraba una salida, aquello hacía imposible que ella cumpliera con su deber.

No le importaba en lo más mínimo que Abner lograra ser lo que su abuela quería y aprovecharía cualquier oportunidad para deshacerse de él, pero no podía hacerlo así como así, tenía que hacer parecer que era culpa de él.

 No creyó que fuera tan difícil lograrlo, Abner sorpresivamente resultó ser astuto y al igual que ella, era consciente de que no podía librarse de las condiciones de su abuela sin por lo menos hacerle pensar que lo había intentado.

El sonido del timbre interrumpió sus interminables discusiones.

—Están tocando —anunció Abner.

—Sí, ya escuché —dijo ella.

— ¿No piensas abrir? —señaló él.

— ¿Por qué lo haría? — inquirió ella —es su casa, abra usted —agregó con indiferencia.

Abner se puso de pie de mala gana.

—Dame paciencia, Dios. Antes de que la ahorque —decía entre dientes mientras se dirigía a la puerta.

— ¡Abner!, ¡amigo!, ¿estás bien?, ¿dónde está?, ¿lograste librarte de ella? —Kenzo comenzó a bombardear a su amigo con preguntas, sin percatarse de que Calisto estaba justo en la estancia — ¡he venido a salvarte!

—Es un poco tarde, ¿no crees? —reclamó Abner.

— ¡Lo siento!, me ocupé más tiempo de lo que pensaba en la clínica —se defendió su amigo —y bien, ¿dónde está esa mujer malvada que te está torturando?

— ¿Eres ciego? — inquirió Abner con sarcasmo, al mismo tiempo que dirigió su mirada hacia Calisto, quien decidió ignorarlos y continuaba buscando la manera de que Abner se presentara en los eventos, sin ser agredido por algún resentido.

— ¡Oh por Dios! —exclamó su amigo al notar la presencia de Calisto —pero si es un corderito, Abner, ¡eres un exagerado!, esa cosita es inofensiva —chilló Kenzo. 

— Jamás entenderé tu fascinación por las cosas espeluznantes —señaló Abner, luego volteó hacia ella — Calisto, tráenos algo de beber —pidió.

—Tiene manos, hágalo usted mismo, no soy su sirvienta —rezongó Calisto sin apartar la mirada de su trabajo.

— ¡Es adorable! —Kenzo se acercó a Calisto emocionado. — ¡Buenas noches, señorita! — la saludó.

—Buenas noches, joven.

—Kenzo, Kenzo Alcot — se apresuró a decir.

La sonrisa en su rostro incomodó un poco a Calisto.

—Mucho gusto señor Alcot.

— ¡No, no!, llámame Kenzo, nada de señor, soy amigo de Abner, significa que también soy tu amigo.

—El joven y yo no somos amigos — aseveró Calisto.

—Trabaja para mí — intervino Abner.

—Trabajo para su abuela, que me contrató para educarlo —atacó Calisto.

— ¡La quiero!, ¿me la prestas unos días? — Kenzo se dirigió a Abner, estaba fascinado con Calisto. 

Las chicas que los rodeaban le parecían tan vacías, siempre sonrientes y dispuestas a hacer lo que ellos quisieran, pero aquella chica frente a él era completamente diferente, manifestaba una personalidad fuerte, decidida, decía lo que pensaba, sin filtro, no había nada más excitante para Kenzo que eso.

—Es toda tuya — respondió Abner sin dudar.

—No me sorprende que sean amigos — refunfuño Calisto. —Lo siento Señor Alcot, no soy un objeto que se pueda prestar, estoy aquí por trabajo y por hoy ya he terminado, es hora de irme…

— ¡Por fin! — dijo Abner sin disimulo.

—Nos vemos mañana —Calisto lo miraba de mala gana.

—Abner, tráeme un whisky por favor —pidió Kenzo.

Abner torció los ojos antes de cumplir la petición de su amigo.

—Lo siento si te asusté — se disculpó con Calisto —soy psiquiatra y tiendo a evaluar la personalidad de las personas en cuanto las conozco… un mal hábito, lo sé —explicó. —Muy pocas veces he tenido la fortuna de conocer a alguien con un carácter como el tuyo —el joven acomodó un mechón de su cabello rubio tras la oreja.

«¿Psiquiatra?, más bien parece loco» pensó Calisto «no sé por qué me sorprende, nadie que sea amigo de Abner debe ser normal»

—No se preocupe, no me asusto con facilidad —Calisto tomó sus cosas y se dispuso a salir.

— ¿Nos veremos pronto, señorita…? 

—Melker — dijo ella.

—Melker, qué bien, ¿y tu nombre? — quiso saber Kenzo.

— ¿No te ibas ya? —hablo Abner de mala gana.

—Con gusto señor Alcot, nos vemos mañana, muy, muy temprano —dijo mientras miraba amenazante a Abner.

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