Abner Barbaren, el típico heredero mimado que no muestra ningún pudor en alardear de su riqueza y poder, derrocha la fortuna familiar sin interesarse en los negocios, hasta que su abuela, cansada de la situación, decide ponerle un alto y para ello contrata a Calisto Melker, una chica de carácter severo e inexpresivo que tendrá la misión de meterlo en cintura. Sin embargo, las cosas no salen como se planearon cuando el amor logra domar a este millonario rebelde.
Leer más—Señora Barbaren —la llamó su asistente con temor.
El pobre hombre sabía de sobra que quien le daba malas noticias a la matriarca de la familia Barbaren, se llevaba siempre la peor parte.
La mujer de cabello blanco le echó una mirada endurecida, no necesitaba ni preguntar, la actitud nerviosa del hombre le decía todo.
— ¡Muéstrame! — le ordenó.
Su asistente colocó la tablet sobre la mesa de té, delante de la señora, rápidamente juntó sus manos y comenzó a jugar con los dedos. Ya sabía lo que le esperaba y supo que sería peor cuando la anciana cerró los ojos por segundo y profirió un fuerte bufido.
— ¡No puede ser posible! — estalló —. ¿¡Cómo es que logra meterse en tantos problemas!?
—Están realizando todos los arreglos —aseguró el hombre en un fallido intento de aminorar la ira de la mujer.
— ¿Arreglando?, ¡son una bola de ineptos! —estalló lanzando la tableta con toda la fuerza que le fue posible.
—Señorita, tranquilícese, le puede hacer daño… —el asistente agradeció que no se la hubiera lanzado a él.
—No me tranquilizo ni una m****a. ¡No deben arreglar nada!, ¡deben evitar que estas cosas pasen! Ese es su único trabajo y no cumplen con ello —reclamó —. Llama a Jairo, dile que venga a verme de inmediato — ordenó.
El asistente se apresuró a cumplir con las órdenes de la mujer, al cabo de unos minutos Jairo Murrayl ya se encontraba frente a ella, tal y como lo había pedido.
—Un descaro total — exclamó ella en cuanto lo tuvo enfrente.
—Solo fue un choque más, nada nuevo —rebatió el hombre con serenidad, ganándose ser atravesado por la afilada mirada de la anciana.
—No, esta vez fue más allá, no le basta con organizar carreras clandestinas, encima maneja borracho y ¡se estrella!, poniendo en riesgo su vida. Sumado a todo eso, alardea frente a todo el mundo que es intocable, se burla de todo con un cinismo impresionante…
La pobre mujer estaba al borde del colapso.
—Lo mejor que podemos hacer es ignorarlo como siempre, señora Gala. Ha intentado de todo y su nieto sigue igual… —aconsejó Jairo resignado.
— ¿Tan pronto te has rendido? —señaló la mujer —. ¡Es un maldito Barbaren!, generaciones de linaje familiar pesan sobre él, ¡me niego a que desperdicie su vida de esta manera!
— Ya lo ha intentado todo, señora, sé que es su nieto y lo adora, pero no tiene remedio ese muchacho.
Jairo había sido por años la mano derecha y hombre de confianza de la familia Barbaren, se sabía a detalle los problemas que el heredero de la familia ocasionaba.
—No, la realidad es que no hemos hecho nada. Lo hemos dejado ser, con la esperanza de que un día cambie por sí solo. No soy estúpida, Jairo, sé de sobra que eso jamás sucederá, es momento de tomar medidas en serio —aseguró con voz fuerte la anciana.
— ¿Y qué es exactamente lo que piensa hacer?, ¿vivir pegada a él?, ¿vigilarlo a toda hora para que se comporte como debe? —inquirió burlón —. No me parece la mejor de las ideas, señora.
— ¡Eres un idiota igualado! — rezongó ella —. Si tengo que hacerlo lo haré —dejo salir un pesado suspiro —. Ya soy vieja, Jairo, no viviré para siempre, es hora de que mi nieto haga frente a su destino.
—Supongo que ya no hay más que perder.
Jairo podría no estar de acuerdo con las decisiones de la señora Gala, no obstante jamás le negaba su apoyo.
—Necesitamos a alguien que, además de vigilarlo, le ayude a limpiar esa imagen de imbécil que se ha pintado, alguien que conozca bien la empresa, de carácter fuerte, que no se deje engañar por mi nieto y que sea de confianza, por supuesto.
—No es tarea fácil —rebatió Jairo.
—Pagaré lo que sea —aseguró la abuela Barbaren con un dejo de desesperación en su voz.
—Creo que tengo a la persona correcta para ese trabajo.
— ¿Quién? —quiso saber de inmediato la anciana.
—Mi asistente —respondió sin dudar el hombre.
—Esa chica —señaló con incredulidad y desdén la abuela —. Es… cómo decirlo amablemente... muy ordinaria.
—Precisamente por eso — aseguró él.
Le incomodaba admitirlo, pero aunque a él la chica le parecía esplendorosa, no podía negar el hecho de que su personalidad no generaba empatía hacia los demás.
—La señorita Melker es brillante — agregó.
—Me dan escalofríos cada vez que la veo — refunfuñó la mujer —. Se pasea por la empresa como si fuera un alma en pena, apenas y habla, ¿no sé cómo es que puedes decir eso? —rebatió.
—No es la más sociable, lo admito, sin embargo, conoce a la perfección la empresa, es discreta y… bueno, si existe alguien a quien su nieto no sea capaz de dominar y manipular con sus encantos, definitivamente es Calisto Melker.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —inquirió la anciana Barbaren.
— Bueno, se ha encargado de limpiar algunos de los desastres de Abner y estoy seguro de que coincide con nosotros al decir que ese muchacho necesita mano dura.
Por decir lo menos. La única vez que Calisto llegó a quejarse del trabajo fue cuando le ordenaron arreglar los destrozos ocasionados por el heredero de la familia Barbaren. Inconsciente, niño mimado y mocoso inútil, fueron los insultos más decentes que la joven profirió aquella vez.
Aunque Jairo la escuchó por accidente, a la joven no le preocupaba en lo más mínimo esconder su desagrado por la actitud despilfarradora, egocéntrica, grosera y altanera de Abner Barbaren.
Gala Barbaren pareció meditarlo por unos instantes. No estaba segura de que ese improvisado plan funcionara, pero debía intentar todo para que su nieto aceptara el mando de los Barbaren y sobre todo, se convirtiera en el hombre con la capacidad necesaria para cargar con el legado familiar.
De no ser así, todo lo que los Barbaren representaban desaparecería en manos de algún miembro de la familia a los que ella no consideraba dignos para tomar ese lugar, como los hijos o nietos de su cuñada Olga, muerta hacía varios años a causa de cáncer de páncreas.
Gala adoraba a su cuñada, habían sido las mejores amigas, pero esta perdió el apellido Barbaren al casarse con el ambicioso Noel Merien. Por desgracia, la descendencia de Olga heredó la mala entraña de Noel, por lo que, aunque eran parte del linaje Barbaren, no eran considerados como tal.
Abner era nieto e hijo de un primogénito Barbaren por lo tanto, estar al frente de la familia y los negocios, era su derecho de sangre y nombre. Aunque Gala pasó a ser una Barbaren solo por su matrimonio con el abuelo de Abner, defendía el legado de la familia a capa y espada y jamás permitiría que el apellido perdiera poder.
—Prepara a la chica, la veremos esta misma tarde —ordenó a Jairo.
— ¿Hoy mismo?, se necesitan por lo menos un par de días, Abner no es cosa fácil —rebatió el hombre.
Más que preparación necesitaba tiempo para convencer a Calisto, sabía de sobra que se negaría a trabajar con Abner.
—Tiempo es lo que menos tenemos, Jairo. Yo me encargaré de mi nieto.
Dicho esto despidió con un gesto a Jairo y mandó llamar a su chofer, era el momento de hacerle una visita a su nieto.
— ¡Ay!, pero qué escándalo, ¡Dios!, ¿qué tiene uno que hacer para que lo dejen descansar en paz? —exclamó Abner molesto y aturdido por el fuerte sonido del timbre.
No ayudaba el dolor de cabeza que lo aquejaba en aquel momento.
—Morir, eso es lo que se tiene que hacer para descansar en paz —señaló la abuela Barbaren frente a él, al abrir la puerta.
— ¿Abuela? —Abner limpió sus ojos esperando, mejor dicho, rezando, para que la imagen de su abuela frente a él, fuera un invento de su imaginación.
— ¡Yo estoy a punto de descansar en paz para siempre por tu culpa! —señaló ella en modo dramático, al mismo tiempo que lo hacía a un lado para entrar al departamento.
—Tú siempre tan dulce, abuelita — dijo con sarcasmo el joven.
— ¡Cállate, insensato!, y no me digas abuelita —dijo con voz furiosa —. No finjas demencia, sabes de sobra por qué estoy aquí.
—Abuela, hacer corajes tan temprano puede hacerte daño, ven, siéntate, tomemos algo —Abner se acercó a ella para ayudarla a sentarse, sin embargo, la anciana le propinó un par de bastonazos por la espalda.
— ¡Abuela!, ¡estás loca!, ¡eso duele! —se quejó el joven.
— Eres un desvergonzado, Abner. A mí es a la que le duele ver cómo es que desperdicias tu vida —señaló dolida la abuela.
—Abuela, no te pongas así, la vida es para disfrutarse y eso es lo que yo estoy haciendo, disfruto mi vida, no la desperdicio —aseguró su nieto mientras se acercaba a ella y la envolvía en los brazos.
Ni siquiera la anciana se escapaba de la manipulación de Abner y sus encantos.
— ¡Ya no más! — aseveró la anciana.
—Estás siendo demasiado melodramática, necesitas relajarte —el joven hizo amago de ayudarla a sentarse ignorando por completo las palabras de su abuela.
¡Dije que no! — exclamó ella propinándole un nuevo golpe al chico.
— ¡Demonios abuela!, no me golpees, ¡ya no soy un niño! —se quejó.
— ¡Demuéstralo! —demandó ella —. Ya es hora de que te comportes como el hombre que eres y hagas frente a tus responsabilidades.
— Sabes que yo no nací para eso, lo hemos discutido muchas veces y dejé muy en claro que no tengo interés alguno por tomar el mando de los Barbaren.
Su humor relajado, bromista y divertido se esfumó al instante. Una sombra de ira velaba sobre él.
El tema de ser la cabeza de la familia le producía repugnancia, se negaba a perder su amada libertad, sacrificarla por hundirse en negocios, papeleo y responsabilidades.
—Te equivocas, querido, es precisamente para lo que naciste, es tu destino y no puedes seguir ignorándolo —aseveró la abuela acariciando suavemente el rostro de su nieto —. Ve y cámbiate —ordenó —lo de anoche fue tu último desastre, comenzarás con tú… entrenamiento, en la próxima junta serás anunciado como el nuevo presidente de BBN y líder de los Barbaren.
Las carcajadas que profirió Abner interrumpieron a la anciana.
—Eres buena con las bromas, abuela —dijo aun riendo.
—No es una broma, todas tus cuentas han sido congeladas. Incluso la herencia que dejaron tus padres —le notificó dejando a su nieto boquiabierto.
— ¡No puedes hacer eso! — demandó él.
—Claro que puedo y lo hice, ¿quieres los beneficios de ser un Barbaren?, ¡pues gánatelos! El poder viene junto a una gran responsabilidad, muchacho, entre más rápido lo entiendas mejor para ti. Tienes cinco minutos, te espero abajo y dile a la zorra que tienes en la habitación, que es la última vez que se ven.
Para la señora Gala no pasó desapercibido que su nieto tenía compañía y una que no era de su agrado. Abner debía casarse con una mujer digna, de buena familia y con una reputación intachable, tal y como lo habían hecho sus antecesores.
La anciana salió del departamento dejando a su joven nieto confundido en medio de la estancia, sin dejarle otra opción más que seguirla.
—¿Qué pasa?, la maestra dijo que habías estado muy serio hoy en clase — preguntó Abner con preocupación a su pequeño hijo.Este hizo un mohín mientras jugueteaba nervioso con la tela de su suéter.— Matthew — lo llamó su padre echándole una mirada por el espejo retrovisor del auto y usando el tono de voz con el que el chiquillo sabía que no podía negarse a hacer lo que su padre pedía.El niño de cabello castaño, ondulado como el de su madre, piel clara y unos bellos ojos color pardo, herencia de su padre, suspiró pesadamente antes de confesar aquello que lo afligía y lo habían mantenido tan callado en clases.— Uno de mis compañeros dijo algo que me molesto — la vocecita afligida del pequeño repiqueteo en el automóvil.Abner apretó el volante del auto con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron por debajo de la piel que los cubría.Mocosos, como se atreven a molestar a un Barbaren — refunfuñaba para sus adentros — Cálmate, Abner, contrólate — comenzó a animarse el mismo cuando sint
—¡Por dios! — chilló Dara con emoción al ver a su amigo. esta última estaba a punto de ser presentada con bombo y platino como la señora Barbaren, esposa del magnánimo y poderoso Abner Barbaren, medios de comunicación, empresarios y celebridades de todo el mundo se dieron cita para conocer a la misteriosa mujer que se había ganado el corazón del líder de la poderosa familia Barbaren.Calisto daba los últimos toques a su vestuario el cual consiste en un elegante vestido color azul verde con detalles dorado, de tirantes delgados y corte sirena con una abertura que le llegaba hasta el muslo, haciéndola lucir espectacular.Su cabello caía en ondas hacia un costado y aunque su maquillaje era natural este no dejaba de ser elegante.— Estoy muy nerviosa — confesó la joven a su amiga.— no tienes por qué, mereces ser feliz, después de todo lo que pasaron, la vida se los debe a ambos — la tomó de las manos — Verlos juntos nos da mucha paz a todos — con todo se refería a Kenzo e Ilan y ella mis
Calisto se removió entre las sábanas, sabía que tenía que abrir los ojos; pero se negaba hacerlo, de solo pensar el día que le aguardaba le provocaba no querer levantarse nunca de aquella cama que compartía con Abner.Su cuerpo estaba adolorido y ella realmente exhausta, sin embargo, el recortada a que se debía aquello su pecho se inundó de felicidad, había pasado la mejor noche de su vida en los brazos de Abner, no tenía ninguna duda que todo su ser le pertenecía a aquel imponente hombre de ojos color pardo.Sin poder evitarlo más abrió los ojos y ahí estaba él, sonriéndole como si acabara de ver a un mismísimo ángel, aunque está mejor decir que el ángel parecía él, lucía fresco y radiante pese a su cabello desordenado que a cualquier otro no le sentaría bien; pero a Abner lo hacía lucir jodidamente sexy.— ¿Tienes mucho despierto? — este ensanchó su sonrisa apenas y se dio cuenta que estaba despierta— El tiempo suficiente — respondió con voz ronca y sensual.— ¿para qué? — preguntó
El silencio de aquella habitación fue interrumpido por el estruendo de un fuerte golpe, Calisto estrelló su mano en el rostro de Abner con todas las fuerzas de las que era capaz.— ¡Me crees estúpida!, ¡en serio Abner!, ¡cuando vas a dejar de burlarte de mí! — reclamó histérica — ¡crees que no me daría cuenta si estoy casada! tú y yo no estamos casados — espetó con los dientes apretados.Pese a que su mejilla ardía de dolor por el golpe, Abner sonreía triunfante, orgulloso de poder al fin decir que ella era su esposa, ya no habría nadie que lo detuviera, se lo gritaría al mundo entero, aun y cuando la mujer en cuestión se manifestar un poco reacia a aceptarlo.— Lo estamos — afirmó una vez más Abner.— No es posible, ¿cómo? — Calisto se encontraba más que desconcertada por la noticia, no sabía si llorar, reír, matar a Abner o volver a desaparecer.— Cuando firmamos los papeles de compra del departamento, le pedí a Ilan que arreglara todo — Abner suspiro pesadamente había llegado su t
Su mano temblorosa se encontraba a milímetros de la perilla de la puerta, dudaba de estar haciendo lo correcto y temía por lo que le aguardaba dentro, una sensación de que su vida cambiará por completo tras entrar a aquel departamental revoloteaba por todo su cuerpo y no estaba equivocada.llegó buscando la verdad y una explicación a todo su sufrimiento, ya nada le impedía obtener las respuestas a sus preguntas, solo una puerta se interponía.¿Qué pasaría después?, esa pregunta no la abandonan, se arraigó en su mente con firmeza, ¿qué sucedería con su vida, con la de Abner tras obtener las respuestas que ambos habían estado ansiando con tanto fervor durante casi dos años.Solo pasando aquella puerta lo descubriría, así que no le dio más vueltas al asunto, hizo acopio del poco valor que la acompañaba en aquel momento, tomó la perilla con fuerza y abrió la puerta.Nunca espero que aquel lugar luciera tal cual estaba cuando ella se fue, aun así, jamás imaginó que se viera como ahora, se
Abner no bromeaba cuando aseguró que no le pondría a Calisto nada fácil el camino para hablar con él, ya había pasado una semana y la joven no había podido acercarse ni siquiera él, esté siempre encontraba un pretexto para escaparse.— Me está bloqueando —exclamó con frustración.— Es un tipo muy ocupado — alegó Dara.— Puedo soportar cualquier cosa; pero que tú lo defiendas, definitivamente no es una de ellas — rebatió su amiga.— No lo defiendo, me doy cuenta por Ilan que apenas y tiene tiempo de descansar, se queja muy a menudo que él y Kenzo apenas y lo ven — se excusó Dara.— ¿Dónde está viviendo?, ¿en la mansión Barbaren? — inquirió Calisto.— No convive con su abuela y ella está ahí.— El antiguo departamento.— No, ese lo vendió — Entonces…— No, se deshizo de él — se apresuró a responder Dara, sabía que Calisto se refería al departamento que compartieron juntos.—Oh — exclamó Calisto sintiendo un pequeño pinchazo en su corazón.—Según Ilan, pasa de hotel en hotel, renta por
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