Varias historias en el mismo enlace Matrimonio inesperado... en el día del divorcio. Nadie sabe lo que tiene... En un matrimonio marcado por la indiferencia y la crueldad, Claudia enfrenta la pérdida su hijo como un punto quiebre. Su matrimonio se desintegra y ella tiene que volver a empezar, lo que no sabía es que ese nuevo comienzo se daría más pronto de lo que esperaba, cuando el mismo día de su divorcio termina casada con un desconocido. Todos los derechos reservados, inscrita en Safe creative em fecha 23/01/2024 bajo el número 2401236741862. Prohibida la reprodución parcial o total, sin autorización de la autora.
Leer másClaudia estaba en la habitación principal de la grandiosa mansión de su marido; en ese momento, parecía una fortaleza de soledad y silencio.
Tomó la prueba de embarazo y dos líneas le devolvían la mirada, confirmando su mayor deseo y su miedo más profundo. “Estaba embarazada”.Su corazón palpitó con fuerza contra su caja torácica, como un pequeño eco de la nueva vida que llevaba dentro.El sonoro reloj la devolvió a la realidad y le recordó que ya estaba tarde, porque ya era hora de que su marido regresara del trabajo y no le tenía la cena lista. Si no le tenía la comida preparada, se molestaría, y justo en ese momento no quería enojarlo.Bajó con rapidez y se fue a la cocina, donde comenzó a preparar la cena. Sin embargo, mientras cortaba las verduras con precisión mecánica, sus ojos se nublaron por una tempestad de preocupación que oscurecía su mirada avellana, normalmente radiante.—¡Claudia! ¿Dónde estás? —escuchó el grito de su marido desde el patio caminando hacia la entrada.Se puso nerviosa porque aún no había terminado de servir la mesa."Perfección", susurró para sí misma, colocando cada plato con el cuidado de un artista, pero sus movimientos la delataban: una cuchara mal colocada, una servilleta doblada de forma desigual.Era una maestra dirigiendo una sinfonía, interrumpida ahora por un acorde disonante.El chasquido de la puerta principal desconcentró a Claudia.—Buenas noches, mi amor —la voz de Javier, suave como el vino añejo, llenó el espacio entre ellos.Se inclinó para darle un beso en la mejilla y Claudia retrocedió un poco; el aroma a jazmín y algo más carnal, no su perfume, permanecía en su cuello.—¿Va todo bien? —preguntó él, con una arruga en el entrecejo.—Todo está perfecto —mintió Claudia, cruzando las manos para calmar su temblor.Volvió a la mesa, donde el aire estaba cargado de silencio y de evidente traición.Se sentaron y los cubiertos tintinearon contra la vajilla en una melodía de normalidad doméstica, pero cada nota parecía vacía.El corazón de Claudia latió con fuerza, urgiéndola a desvelar la noticia que podría atarlo de nuevo a ella, a esa casa, al futuro que habían planeado.—Javier… —empezó a decir, con voz apenas por encima de un susurro, buscando las palabras exactas que decirle —. Hay algo que tengo que decirte.—¿Qué es? —preguntó Javier con la cuchara muy cerca de la boca.Ella abrió la boca, pero antes de que la confesión brotara de sus labios, Javier frunció el ceño.—¡¿Qué diablo me has dado?! —gritó colérico mientras una cadena de insultos salía a borbotones de su boca—. No eres más que una inútil —espetó, levantándose de la mesa, y tirando toda la comida, quebrando platos, derramando cacerolas.Ella nerviosa intentó calmarlo.—¿Qué pasa, mi amor? —dijo Claudia con voz entrecortada.—Esta comida... ¡Está sosa! ¡¿Te has olvidado de la sal?! —Su tono era afilado, el filo de un cuchillo acusador.—Lo siento, debe haber... —. La disculpa de Claudia vaciló bajo el peso de su mirada.—¿Debe haber qué? ¡¿Perdido la cabeza?!Las palabras restallaron como un látigo. Y entonces, sin previo aviso, se acercó a ella.—¡No eres más que una maldit4 inútil! —exclamó mientras la mano de él se estampó en la mejilla de Claudia con un dolor punzante.—¡Ja… vier! —jadeó ella, sorprendida, hundiéndose en la silla.Pero su ira no se había calmado y la empujó, haciéndola caer al suelo.El dolor irradió desde la cadera, donde se golpeó contra el suelo, el frío mármol contra la carne caliente.—¡Mira lo que me has hecho hacer! —se quejó Javier de pie sobre ella, como si lo ocurrido fuera culpa de ella.Claudia cerró sus ojos, y se llevó la mano instintivamente al abdomen, la protección mezclada con el miedo. Pero ya era demasiado tarde. Una aguda punzada la atravesó como un certero rayo, y cuando miró hacia abajo, una mancha carmesí se extendió por su vestido, el vibrante color burlándose de la palidez de su piel.—Mi amor, por favor... —. Su súplica fue un susurro, ahogado por el rugido de la sangre en sus oídos y la destrucción de su mundo en fragmentos.—Eso te pasa por no hacer las cosas bien, todo es consecuencia de tus actos, Claudia —espetó con fiereza y sin un ápice de remordimiento en su expresión.Dos semanas después. En el jardín de la casa, en una alfombra hecha de pétalos, caminaba Leonor del brazo de su hijo, mientras la pequeña Andrea abría el cortejo nupcial lanzando pétalos de flore de un lado a otro, seguidas de los pequeños Óscar y Alanis, quienes llevaban los anillos, sin dejar de sonreír felices.En el altar, Claudia esperaba con Angus, quien miraba a Leonor como si ella fuera una diosa y él un simple adorador de su belleza. La mujer lucía resplandeciente, a sus cuarenta y nueve representaba mucho menos y la maternidad le había sentado de maravilla, tanto que su rostro resplandecía con un brillo especial. Lucía un vestido sencillo, pero elegante, que acentuaba su esbelta figura.Llegó al altar y Andrew, la entregó con orgullo a Angus. Los ojos del hombre brillaban con una ternura que solo incrementaba el amor que Leonor sentía por él.Con una sonrisa llena de amor en su rostro, Angus tomó las manos de Leonor en las suyas. Las palabras del sacerdote apenas llegaban a
—Así que ese es tu tormento —dijo Irma con una medida sonrisa.—Yo voy a buscar a mi mamá —Andrew expresó levantándose para ir a buscarla, pero su padre lo detuvo.—No, deja que me encargue yo de hablar con esa mujer de una vez y la voy a encerrar, no la dejaré salir hasta que no entienda de una vez por todas, lo único que voy a pedirles es que cuiden a la pequeña Andrea.Angus corrió detrás de ella, la alcanzó justo cuando estaba abriendo la puerta del auto.—Andrea, cariño, ve a la casa con tu hermano y los niños, necesito hablar con tu madre.—Andrea, nena, no te vayas, que nos vamos —exigió Leonor, y la niña miraba de un lado a otro sin saber qué hacer.Angus se acercó a la pequeña acuclillándose a su altura.—Ve mi niña, todo estará bien.La pequeña miró a su madre una vez más y salió corriendo a la casa, donde la estaba esperando Claudia en la puerta.Leonor suspiró, mirando a Angus molesta.—Eres el peor de los traidores, montándome los cuernos con ella —espetó y él levantó las
El silencio de regreso fue tétrico, ella estaba por completo molesta, mientras Angus la miraba divertido y eso la hizo enojar más, pero se mantenía en silencio porque no quería discutir frente a su pequeña, pero cuando llegaron a la casa que bañaron a Andrea, otro fue el cuento.—Creo que ya puedes irte a tu propia casa, ya me he acostumbrado a su rutina y no creo que te necesite ya —dijo seriamente.—Ya veo que esto es un berrinche.—Esto no es ningún berrinche, solo no quiero molestar cuando te consigues esas jovencitas tan encantadoras —pronunció con sarcasmo.—Pues… gracias por tu consideración, pero no me gusta ninguna jovencita, sino otra mujer, una que llevo amando por años y que no lo sabía —aunque se estaba refiriendo a ella, no le dio ninguna explicación, por lo que ella pensó que se trataba de alguien más.—Espero que seas feliz, viejo, verde y coqueto.Dicho eso se fue, Angus respiró hondo y tan como se lo pidió terminó regresándose a su casa.Los días fueron pasando, lueg
Los días siguientes la casa de Leonor se convirtió en un sinfín de actividad, Angus terminó mudándose a la mansión, a una habitación al lado de la de su hija, así que cuando la escuchaba llorar, era el primero en levantarse, luego de cambiarle el pañal, se la llevaba a Leonor para que la amamantara.Al llegar a la habitación, ella estaba a punto de pararse.—Sabes que no es necesario que lo hagas, no quiero que te levantes, yo puedo encargarme de atenderla, tú te encargas de alimentarla cuando te la traiga —le decía Angus cariñosamente.Sin embargo, ella no podía hacer nada porque era automático, levantarse al apenas escuchaba el llanto de su hija. Mientras Angus la veía alimentar a su hija, no podía evitar que sus ojos las mirara con adoración, la pequeña cara arrugada de Andrea, llenaba su corazón de absoluto gozo. Angus la tomó en sus brazos y comenzó a sacarle los gases, mientras sus dedos acariciaban el diminuto mechón de pelo oscuro en la cabeza de la niña.—Es tan pequeña —sus
Los días fueron pasando y Angus se dio a la tarea de conquistar a Leonor, todas las mañanas, antes de irse en la oficina, le compraba el desayuno y se lo llevaba, y la acostumbró a esperar ansiosa cada día su llegada, con la anticipación de un niño en Navidad.Por las tardes, después de sus respectivos trabajos, Angus se iba a la casa de Leonor y le preparaba la cena mientras Leonor se relajaba en el sillón. Y después de cenar, se sentaron en el sofá.—¿Puedes permitirme tocar a nuestra niña? —ella lo dudó por un momento, pero luego asintió.Él llevó su mano a su vientre y comenzó a acariciarle con suavidad, cuando sintió sus manos en su piel, contuvo un gemido y apretó sus labios con fuerza.Esto se fue haciendo rutina, y cuando ella se quedaba dormida, la llevaba a la cama y luego se despedía, no sin antes besar su frente. Durante varios meses hicieron lo mismo, hasta que uno de esos días, ella le pidió lo que hace tiempo estaba esperando Angus con ansiedad.—¿Puedes quedarte? —le
Alguien en la multitud soltó una risita sofocada, mientras que otros murmuraban entre sí. Franco se apresuró para ayudar a Angus, su rostro lleno de preocupación. —¡Angus! —exclamó, agachándose junto a él.Pero Angus solo parpadeaba al techo con una sonrisa tonta en su rostro. Miró a Leonor, aún con esa expresión divertida, y no pudo evitar carcajearse—Eso es… increíble —murmuró, su voz apenas audible—, ¡Voy a ser papá! —exclamó levantándose de un salto.Andrew se quedó viéndolo sorprendido, mientras que Leonor y Franco simulaban no entenderlo.Cuando Angus vio la cara de su esposa, se puso nervioso.—Lo siento —dijo tratando de disculparse por su comportamiento, pero Leonor lo miró de manera dubitativa.—Angus, me quieres explicar lo que está pasando ¿Por qué dices que mi bebé es tuyo? —inquirió y él suspiró con resignación.—Leonor, tú sabes la verdad, no estuviste con ningún desconocido, el día que saliste y que parecía que podía pasar algo con Franco me aparecí fingiendo ebrieda
Último capítulo