Después de leerle el cuento a Laura, Guillermo y Valeria se miraron con complicidad. Ambos sabían que era el momento perfecto para compartir con la pequeña niña la fabulosa noticia.
—Laura, cariño —comenzó Guillermo, agachándose a la altura de su hija—. Tenemos algo muy especial que contarte.
Laura, con los ojos brillantes de curiosidad, sonrió y se acomodó en su cama.
—¿Qué es, papá? ¡Dímelo ya! ¿Se trata de un regalo? —decía emocionada.
Valeria tomó la mano de Guillermo, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Bueno no es un regalo, pero estoy segura de que te va a gustar mucho lo que vamos a decirte, es que… —dijo Valeria, con una voz dulce—. Tu papá y yo hemos decidido casarnos.
Los ojos de Laura se abrieron como platos, y una risa de alegría escapó de sus labios.
—¡¿De verdad?! ¡Eso es increíble! —exclamó, saltando de la cama y abrazando a sus padres con fuerza. —Siempre he soñado con verlos casados. ¡Voy a tener una boda!
Guillermo y Valeria se miraron, sus corazones e