Capítulo 45. Jugosa recompensa
Félix miraba desde el balcón más alto de la mansión Lancer. Una cúpula que le permitía ver la ciudad desde su ostentosa propiedad llena de lujos absurdos.
Hasta ese lugar llegaron Jiménez, Urdaneta, y Valeria con las manos vacías luego de tener a Ximena en bandeja de plata.
Félix ni siquiera quiso voltear a verlos. Él solo seguía parado allí viendo la ciudad con un vaso de coñac en su mano.
—¿Y bien?—, dijo Félix sin voltear—, ¿En dónde está Ximena?
Jiménez, Urdaneta, y Valeria se miraron a los ojos mutuamente. Sus vistas se cruzaron en medio de la incertidumbre por saber quién sería el valiente que hablaría primero.
—No pudimos encontrarla, señor. No tenemos ni idea en dónde está—, dijo Jiménez.
—Revisamos en todos los lugares en donde creemos que podía haber estado, pero todo fue inútil—, dijo Urdaneta.
Félix solo bebía del vaso sin quitar su mirada a la ciudad.
—Yo podría tratar de hablar con ella y...—, dijo Valeria, pero sus palabras fueron interrumpidas por Félix.
—Jimén