Capítulo 32. Posible libertad
Ximena se sentía atrapada en el interior de ese maletero. Era muy oscuro y era un poco difícil respirar. Pero sintió un poco de tranquilidad cuando Fernando encendió el automóvil y comenzó a andar. Entonces supo que quizás habría una pequeña esperanza de salir de esa pesadilla.
—Buenas noches—, dijeron los escoltas que protegían la entrada principal de la mansión.
—Buenas noches—, respondió Fernando tratando de parecer calmado y casual.
—¿Hacia donde se dirige, señor Fernando?
—Tengo una cita en un restaurante—, respondió.
El escolta comenzó a buscar en su libro y al parecer no encontró lo que estaba buscando.
—Lo siento, señor Fernando. Pero aquí no hay ningún permiso para usted. Debió avisar con anticipación su salida de la mansión.
Ximena estaba en el interior del maletero esperando que el automóvil siguiera su curso porque comenzaba a sudar de manera exagerada.
—¿Necesito un permiso para salir de mi propia casa?
—Si. Un permiso del señor Félix. Lo siento, pero esas son las