Capítulo 31. Adiós al cobarde
Facundo salió muy temprano de la mansión Lancer luego de haber estado soñando toda la noche con Lucrecia. Habían pasado más de 35 años desde la última vez que usó el transporte público. Incluso había olvidado cómo hacerlo.
Jiménez y Urdaneta dieron la orden para que abrieran la puerta principal de la mansión y Facundo salió caminando como un civil común y corriente.
Caminó durante minutos hasta llegar a la parada del bus que estaba a casi un kilómetro de la mansión.
Había un par de mujeres que solo estaban allí sentadas esperando el transporte, pero Facundo vio la oportunidad perfecta para preguntar cómo llegar a su destino.
—Buenas tardes—, dijo Facundo.
—Buenas tardes—, respondieron las mujeres, pero una de ellas miraba a Facundo con una expresión de curiosidad.
—¿Aquí puedo tomar el autobús que pasa por el panteón familiar de los Lancer—, preguntó Facundo.
—¿El qué de qué?—, exclamó una de las mujeres totalmente confundida.
—Creo que se refiere a ese lugar antiguo que van a