—¿Y para qué te llamaría Félix?—, preguntó Ximena intrigada.

—No lo sé, pero tampoco quiero averiguarlo. Hoy estoy tan feliz. Nada ni nadie podrá arruinar nuestro día perfecto—, dijo Fernando tomando las mejillas de Ximena.

Pero, Adelina no se rendiría tan fácil. Ella siguió marcando el número de Fernando a pesar de que él colgó la llamada en un par de ocasiones más.

—Deberías contestar—, dijo Ximena un poco preocupada—, Debe ser algo muy importante. Félix no es persona de hacer llamadas personales, y menos de insistir de ese modo.

—¿Tú crees?—, dijo Fernando mirando la pantalla de su teléfono—, Bueno. Si vuelve a llamar, esta vez le voy a contestar—, prometió.

Adelina miraba como la llamada volvía a colgarse en la pantalla del teléfono de Félix y al levantar la mirada veía la puerta del cuarto de escobas muy dañada por los golpes de los escoltas. Solo era cuestión de tiempo para que la tiraran y entraran por ella.

—Supongo que este es el final—, dijo Adelina dejándose caer cont