Llevo ocho años casada con Elías Guerrero, un capo de la droga en México. Y justo hoy, en nuestro aniversario, me enviaron por WhatsApp una foto suya celebrando... con Lía, mi mejor amiga. En la imagen, parecían ellos los que estaban casados. En sus brazos tenía a Iván, mi hijo. Me quedé mirando la foto por un momento. Luego le escribí: «Qué bonito». Media hora después, Elías entró dando un portazo y su voz retumbó por toda la casa. —¿Por qué siempre tienes que tratar tan mal a Lía? Iván, mi propio hijo, se acercó empujándome con una mueca de disgusto. —Eres una mala mamá—me dijo—. Ojalá la señorita Lía fuera mi mamá de verdad. No reaccioné. Fui directo al cajón, saqué el fajo de papeles que llevaba un tiempo preparando y lo dejé sobre la mesa. —Está bien —les dije con la voz serena—. Todo es culpa mía. ¿Ya puedo irme?
Leer másPoco después, recibí una llamada del Sr. Ibarra. Me invitaba a visitar el viñedo que le había vendido, diciendo que allí me esperaba una sorpresa.Fui con gusto.Me recibió junto a su Lamborghini negro como el pecado, impecablemente vestido con uno de sus trajes a medida. Se veía sereno e indescifrable, como siempre. Me llevó a uno de los mejores restaurantes de la ciudad, y justo cuando terminábamos la segunda copa de vino, deslizó una carpeta hacia mí.Era un contrato.—Me hice cargo de la red de drogas de tu ex —me dijo con la tranquilidad de quien ofrece un postre extra—. Resulta que fracasó como esposo, pero no como narco. Aquí tienes a todos sus clientes, incluyendo políticos, celebridades, influencers. Y esto —tocó la segunda página— es una lista completa de sus propiedades, cultivos y laboratorios clandestinos. Si te interesa... podrías empezar algo por tu cuenta.Lo miré, incrédula.—Sr. Ibarra... No tenías que hacer esto por mí. Ya has hecho suficiente.Él sonrió, sin esfuerz
Lía se desplomó en el suelo, con el vestido arrugado bajo ella. Parecía una mujer recién hecha pedazos, con lágrimas corriendo por sus mejillas y sollozos rebotando por los escalones del juzgado.—Jugaste a ser la inocente —le dije con frialdad—, pero nunca lo fuiste. Mentiste. Me culpaste por lo que tú hiciste. Y ahora... solo estás furiosa porque ya no puedes mantener enterrada la verdad.Elías la sostuvo en sus brazos y me lanzó una mirada cargada de asco. Y también de algo más, de decepción. Como si fuera yo quien lo hubiera traicionado.—Nunca creí que llegarías tan lejos —escupió—. ¿No te bastó con mandar ese audio? ¿Tenías que aparecer en persona? ¿Y traer a un matón para respaldar tu teatrillo?—¿Todavía crees que estoy mintiendo? —me encogí de hombros—. Átenla a una máquina de la verdad y saldremos de dudas.Me giré hacia Javier.—¿Trajiste al tipo?Asintió con la cabeza.—No pensé que fuéramos a usarlo así... pero sí. Tranquila. Me aseguraré de que no tenga oportunidad de seg
Se detuvo, como si acabara de ganar una batalla.—Lo sabía. Solo fingías que no te importaba.—No —le respondí, serena—. Solo quería decirte que mañana te espero en el juzgado. Iré con mi abogado. Vamos a firmar el divorcio antes de que se te ocurra arrepentirte.Su boca se torció en una mueca de rabia.—Perfecto. No veo la hora de librarme de ti. Eres malvada y manipuladora. ¿Quién carajos querría amar a alguien como tú?Y con eso, se marchó a paso firme, arrastrando detrás a su damisela rota.Yo no me moví. No dije nada. Solo volví a sentarme en mi silla, como si nada hubiera pasado.Selena permanecía cerca, con algo de duda en los ojos.—Si estás... triste —murmuró con suavidad—, no tienes que aguantártelo. Está bien sentir algo, aunque él haya sido un imbécil.Negué con la cabeza.—No estoy triste. Solo me lamento de no haberlo hecho antes. Fui una cobarde.Su sonrisa apareció con cautela.—Entonces, ¿de verdad no...?—No. Me siento aliviada.—Me alegra —me respondió, ya sonriendo
Los ojos de Elías se oscurecieron. Apretó tanto la mandíbula que por un segundo creí que le iban a crujir los dientes.—¿Estás segura de que quieres seguir con esto? Vine hasta aquí y me disculpé. Ni siquiera hice nada malo. No sigas tentando tu suerte.Solté una risa baja.—Deja de fingir que viniste por amor. Los dos sabemos la verdad. Solo querías que volviera a casa, para seguir siendo la criada abnegada que atiende a su supuesta familia.Y ahí sí.Los puños se le cerraron, la rabia contenida le hervía bajo la piel.Y como si lo hubieran ensayado, Lía dio el paso final en su gran actuación.—Todo esto es culpa mía —susurró—. Si no fuera por mí, Elías e Iván no sentirían la necesidad de cuidarme. No lo culpes a él, solo está intentando ayudar. Él todavía me ve como una amiga...Se giró hacia Elías, con voz temblorosa, como si estuviera en plena audición para un drama trágico.—Por favor, no te enojes con Olivia. No discutas con ella. Solo estás molesto por mi culpa.Ajá. El número d
—¿Te sientes mejor? —me preguntó Selena al entrar a la oficina, trayendo un vaso de agua sobre una bandeja.—Sí. Mejor. Gracias —le respondí con una leve sonrisa, tomando el vaso.Ella dudó un momento antes de hablar:—Perdón si escuché... ¿estabas discutiendo con tu esposo?—Ajá. Lo de siempre. Otro día normal, otra pelea más... por una perra.No se me ocurrió una forma más suave de referirme a Lía. Y, siendo sincera, tampoco tenía ganas de maquillar mis palabras.Selena alzó las cejas, y luego soltó una risa.—Todas tenemos una perra así en nuestras vidas.—La mía es una bien perra —suspiré, antes de beber un sorbo de agua—. Me culpa por algo que ella misma hizo.—Eso ya es de otro nivel —murmuró Selena, frunciendo el ceño—. ¿Y tu esposo? ¿No te cree?—Por supuesto que no. Siempre me ha visto como la villana —murmuré y sonreí con amargura—. Supongo que simplemente era muy poca mujer para él.—No digas tonterías —me dijo ella, levantando el mentón—. Eres fuerte, independien
Subestimé mis propias fuerzas.Apenas regresé al casino, todo me pasó factura. Las piernas me fallaron, el mundo empezó a girar en mi cabeza y la vista se me nubló.Justo antes de perder el conocimiento, vi a una chica corriendo hacia mí, con el pánico reflejado en los ojos.«¡Qué irónico!», pensé. Una desconocida se preocupaba más por mí que las personas con las que había intentado construir una vida durante años.***Cuando abrí los ojos, sentía el cuerpo como si me hubiera atropellado un camión. Cada músculo me dolía, la garganta me ardía, y la piel me quemaba de la fiebre.—¿Dónde estoy? —murmuré, mirando a la chica sentada junto a la cama.—Te desmayaste —me respondió ella con suavidad—. Tenías una fiebre muy alta, pero ahora estás más estable.Se acercó, me quitó la toalla húmeda de la frente y me dedicó una sonrisa tranquila.—¿Y tú eres...? —pregunté, frunciendo levemente el ceño.—Soy una de las chicas que trabaja en las mesas del casino —me respondió—. Te he visto u
Último capítulo