Justin camina por el pasillo con la respiración entrecortada, como si cada paso fuese una lucha entre lo que acaba de prometer y lo que realmente siente.
La conversación con Sawyer le sigue retumbando en los oídos: “No digas nada sobre el bebé, Justin. Esto puede destrozar a Lucy si alguien más se entera. Confío en ti.”
Confianza. Esa palabra lo quema. No es confianza lo que siente, es rabia, un veneno que le corre por las venas.
Lo odia. Odia a Sawyer con una intensidad que nunca había experimentado. Y odia a Lucy por arrastrar a todos en medio de su torbellino.
¿Cómo puede ser ella la que lo tenga todo? ¿Cómo se atreve Sawyer a confiar en mí como si yo fuese un niño obediente que va a cumplir su palabra?
Aprieta los puños mientras acelera el paso. No, él no va a callarse. Si Sawyer cree que puede manipularlo con palabras suaves, está muy equivocado.
Tiene que hablar con alguien que de verdad entienda la magnitud de lo que está ocurriendo. Y Kenneth… Kenneth siempre se las arregla