Jenkins Kenneth camina por el pasillo del hospital con la seguridad de alguien que sabe que cada pieza de su plan está exactamente en el lugar que quiere.
No necesita sonreír para demostrar su satisfacción, pero lo hace de todos modos, una sonrisa delgada, calculada, que no llega a los ojos.
A su alrededor, los empleados se apartan discretamente cuando lo ven pasar.
Algunos lo saludan con un movimiento rápido de cabeza, otros bajan la mirada.
Jenkins disfruta esa mezcla de respeto y temor. Siempre ha creído que el poder verdadero se mide por la reacción que provocas en los demás sin siquiera abrir la boca.
Llega a su oficina y cierra la puerta tras de sí, disfrutando del silencio.
Se sirve un whisky de su gabinete personal y se sienta en su sillón de cuero, observando los documentos extendidos sobre su escritorio.
Los estados de cuenta, los correos electrónicos falsificados, las transferencias que ha ido armando cuidadosamente durante semanas… todo está en orden.
—Perfecto —susur