La casa está en silencio. Solo el leve zumbido de la nevera en la cocina y el murmullo del viento colándose por las ventanas abiertas rompen la quietud.
La cena ha quedado atrás, junto con el caos y la tensión de las últimas horas.
Poppy duerme plácidamente en su habitación, abrazada a su peluche favorito.
Lucy se recuesta contra el marco de la puerta, mirando a Sawyer que está recogiendo los platos restantes en la mesa.
Hay algo en su espalda ancha, en la forma en que su camiseta se pega a su cuerpo, que la hace sentir un nudo en el estómago.
Suspira, y cuando él levanta la mirada, se encuentran.
—Esto se suponía que iba a ser una noche bonita —dice ella, rompiendo el silencio. Su voz es suave, pero hay un dejo de frustración.
Sawyer se acerca despacio, dejando los platos en la cocina antes de detenerse frente a ella.
La mira con esos ojos que parecen leerle el alma y le acaricia la mejilla con el dorso de la mano.
—No lo sé, Lucy —responde con un suspiro—. Pero lo que sí sé es