El pitido agudo del buscapersonas de Lucy corta el aire y el beso que ella y Sawyer compartían se quiebra como un cristal frágil.
Lucy se separa, todavía con el corazón acelerado, y baja la mirada para leer el mensaje.
—Es de la habitación de Erzon —susurra, y su voz ya no es suave sino urgente.
Sawyer asiente sin dudarlo y ambos salen casi corriendo por el pasillo, esquivando enfermeras y camillas.
El corazón de Lucy late con fuerza en su pecho; una mezcla de nervios, miedo y esperanza se entrelazan en su respiración acelerada.
Cuando abren la puerta de la habitación, se encuentran a Erzon sentado en la cama, los ojos brillantes de emoción.
—¡Lucy! —exclama el niño—. ¡Tengo una buena noticia! ¿Sabes qué?
Lucy se acerca despacio, como si temiera romper el momento.
—Dime, pequeño.
—¡Tengo un donante! —dice él, con una sonrisa que le ilumina el rostro.— ¡Voy a tener un corazón nuevo!
Lucy parpadea, sorprendida.
Siente un nudo en la garganta y se gira hacia Sawyer, buscando confirmaci